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2 5 0 ESQ U EM A PARA UNA E S P IR IT U A L ID A D L A IC A L vida y vocación. Estos dos elementos nos llevan a d a r razón de la esp iritua lidad en general y de cada una en p a rticu la r, según la «figura» p rop ia. En o tro s térm inos, la esp iritua lidad general se fun dam en ta en la mediación to ta l de Cristo (elemento teológico) y en la vida concreta de la persona que vive el m isterio de esa m ed ia ción (elemento experimental). Por eso, al pen sar en una esp iritua lidad concreta (laical, reli giosa), debemos buscar y ha lla r la función de un m ed iado r secun dario que, en Cristo y desde Cristo, pa rticipe de algún modo de lo divino y de lo humano. Sólo así ese «medio» será realm en te medio p a ra santificarse, y no un simple modo de santificación. Y esto es lo que in teresa, an te todo, descub rir en la e sp iritua lidad laical: 1) Lo general, pa rtiendo de la mediación de C risto en la Iglesia. 2) Lo específico, es decir, su mediación secundaria. Estos dos pun tos nos llevarán a d escub rir lo teológico y lo expe rim en tal, los elementos prop ios de esta esp iritua lidad llamada laical. 1 .— L o g e n e r a l: c o n c ie n c ia e s p i r i t u a l « in g e n e r e » , p a r tie n d o DE LA MEDIACION DE CRISTO. — Cristo es el Mediador pleno, único, un iversal, en sen tido on- tológico, activo y sicológico (1 Tim. 2, 5). Cristo une todo en la un idad de su persona. — La Iglesia p a rtic ipa de esa mediación de Cristo y la actúa ex ternam en te en cuan to es su Cuerpo. Po r tan to , sólo en esa m ed ia ción pa rticipada es como noso tros en tram o s en «comm ertium per- sonale» con Dios. Es decir, sólo ah í vivimos en conciencia esp iritual, en cuanto, desde nu e stra experiencia vital en la Iglesia, de un idad d inám ica, en tram o s en relación personal, b ila te ra l con Dios. — El hom b re bau tizado se inco rpo ra en Cristo, y en El y desde El en tra , con todo lo hum ano y personal, en relación con lo divino, con Dios (Plano religioso). — Más allá de lo pu ram en te religioso, esta conciencia esp iri tual, que es su prolongación, establece una relación dinám ica con el Padre que nos salva en Cristo y que con firm a el proyecto volun tario de ac tu a r p lenam en te esta relación en toda la vida (R. A. M. XLI (1965) 447). — E sta ac titud y relación dinám ica debe tra sp a sa r el lím ite de la conciencia ética, que, aunque pertenece al «ordo caritatis» , se queda en el p rim e r tiempo de «motum in Deum», de e s tru c tu ra rec ta de ley, m ien tras que la conciencia e sp iritua l está en el «com-
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