PS_NyG_1967v014n002p0231_0247

K A R L IP S E R 237 moral, de no rm a, de lo sob rena tu ra l, de Dios? ¿No han bebido en sus fuen tes quienes hoy explotan los in stin to s b á rba ro s, el h iste ­ rismo, la pe rve rsidad ... Kafka, S a rtre , Brecht, Freud? El mundo de desequ ilibrios psíquicos po r él d ram atizado es el mundo moderno, ta rado desde el Renacim iento. Croce acierta cuando escribe de él que «Sh. no hab la en ob ra alguna de un Dios personal» ni se ma­ nifiesta nunca «como poeta de ideas religiosas y éticas». Los artilug ios de una lite ra tu ra surg ida de la incredu lidad acre­ d itan a Sh. de con tem po ráneo nuestro y nos ponen en la p ista de sus malvados. El pe riod ista inglés W. Lewis, en su ob ra The Lion ad the Fox, nos descubre el origen y el valor «humano-universal» de los modelos coetáneos de Sh.: «La ingeniosa Ita lia fue, con sus academ ias p a ra la astucia y elim inación, de im po rtanc ia p a ra Sh. Pero ya an tes de Sh. estaba Ing la te rra amp liam en te italianizada. E n rique V III se a ten ía a modelos italianos y e staba rodeado de gentes de ese país. La política de Cromwell se in sp iraba en Maquia- velo. Casi todos los co rtesanos de Isabel I hab laban italiano , incluida la reina. Sobre todas las piezas de Sh. grav ita la som b ra de Maauia- velo. El d ram a isabelino fue casi en te ram en te mundano ; la cosmo- visión shakespeariana carece de toda dimensión teológica, de modo que sus ob ras pod rían rep re sen ta rse en época c ristiana lo m ismo que en tiempos p rec ristianos. Un mundo sin esperanza, tem o r de Dios ni fe. Sh. no fue m e jo r serv ido r de los dioses que de la chus­ ma: ni era religioso ni dem ocrático ...» 5. Lo m ismo sostiene T. S. E liot . Según él, Sh. describe simple­ m en te generalidades de la vida de su tiempo: «Anarquía, decaden­ cia, co rrupc ión ... Efectismo a toda costa, negación de princip ios y de lím ites. Sh. sería el rep re sen tan te típico de fines del siglo xvi; supone r que dio expresión a todos los sen tim ien tos hum anos, sig­ nifica no h ab e r comprend ido rad icalm en te al a rtis ta y al arte» 6. En efecto. La na tu ra leza —y las figuras de Sh. encarnan sólo «naturaleza»— no enc ie rra en él indicio alguno de la existencia de lo sob rena tu ra l que en ella se oculta. ¿H a embellecido Sh. la n a tu ­ raleza hum ana, al hom b re como tal, con sus m alhechores y paya­ sos? ¿La ha simplificado? ¿Podemos aún tom a r en serio a estos m atones patológicos? No son Sh. y sus ado rado res quienes tienen razón, sino Dante, Racine, Cervantes, Goethe..., el C ristianismo: po r Cristo consigue el hom b re rem on tarse sob re la n a tu ra leza como su seño r y co labo rado r de Dios. La ac tua lidad de Sh., su cercan ía 5. W. Lewis, The Lion and the Fox (London 1951), p. 215. 6 . Elizabethan Essays (London 1934), p. 18 ss.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz