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2 32 S H A K E S P E A R E , PO ETA D E L « E S P L E N D ID O A IS L A M IE N T O » católicas es poco convincente *. ¿Pues no se trasluce más b ien en el modo cómo las usa la ind iferencia de un incrédu lo? Difícil es que el manejo de ideas religiosas como de requ isitos de tea tro nos dé la p rueba confesional de su au to r, po r ej., cuando Otelo, resuelto a asesina r a su inocente víctima, la exhorta p rev iam en te a reconci­ liarse con el cielo, rezando la oración de la ta rd e y arrep in tiéndo se de sus pecados (V, 2, 52). Un hom icidio seguido de suicidio, que desatan como consecuencia nuevos asesinatos, no son el m arco más adecuado a una fe viva y operan te. Sh. describe pa isa jes del alma, cierto; pero paisajes en ru inas y sin in sinu a r siqu iera las razones de la catástro fe. ¡Aun en el supuesto de que Sh. haya empleado h a s ta 180 veces conceptos c ristianos e incluso e stric tam en te católicos, el argum en to sigue siendo endeble, ya que sólo en pa lab ras se h ab ría agotado su riqueza religiosa! El cristian ism o deb iera pa ten tiza rse en él no ún i­ camen te en vocablos y conceptos vacíos, sino en la sustancia de un con ten ido inconfundible e ineludible. En Homero, Dante o Cal­ derón sería rid ícu lo rebusca r el hálito religioso o la impregnación de lo divino y todavía más tr a ta r de enum e ra r cuán tas veces men­ cionan o glorifican ab ie rtam en te a la Divinidad, pues ocu rre casi en cada línea. Cuando Newman rep lica a la polém ica de pu ro sabo r acadé­ mico «¿Católico o P ro testan te?» que «Sh. es católico en sus escri­ tos h a sta el grado en que entonces era posible serlo sin se r perse­ guido», nos parece que con ello priva al «máximo poeta inglés» tan to de ca rá c te r como de grandeza hum ana. ¿Pues qué clase de «poeta universal» es ese que dosifica tan cau tam en te las m ismas convicciones religiosas po r las que sus he rm anos de raza son p e r­ seguidos y reducidos a la ru ina y a la cárcel, p a ra no crea rse dis­ gustos? Bien lo saben los persegu idores coetáneos del catolicismo en Ing la terra , tan complacidos con los servicios litera rio s del au to r, que lo p rem ian y distinguen. ¿Debe un a stu to enm ascarado ser en­ salzado como la «fuente de insp irac ión poética p a ra todos los tiempos?». «Y sus besos son tan pu ros como el con tacto de la ho stia santa» (A vuestro gusto, III, 4, 12). ¿Se tra ta ahí de uno de esos 180 pasajes de contenido católico? ¿O lo se rá al menos su p rop io epitafio, en 1. Cf. H. Mutschmann, K. Entersdorf, Shakespeare und der Katholizismus (Spe­ yer 1950).

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