PS_NyG_1967v014n002p0231_0247

246 S H A K E S P E A R E , PO ETA D E I. « E S P L E N D ID O A IS L A M IE N T O » CONCLUSION Sh. es la expresión m ag istral del siglo xvi inglés, y sólo de él, pues el tea tro con tem poráneo italiano , francés o español son esen­ cialmen te d iferen tes en lo que a ideología se refiere, máxime en el trasfondo de donde sus ideas d imanan. El tea tro europeo con ti­ nen tal revela en las acciones hum anas que el d irec to r de o rquesta es, en ú ltim o análisis, Dios: mundo y hom b re aparecen como rea ­ lidades fugaces en las que la m irada rebo ta hacia lo imperecedero. De ese modo, la escena, el d ram atism o , la acción se ab ren hacia a rrib a y conllevan una dimensión soteriológica. En esa dirección no cabe sub ray a r nada en el tea tro shakespe- riano : ni un vestigio del Logos como ú ltim a dimensión válida de todo ser. E n tre sus pe rsona jes no hay uno solo que se decida lib rem en te po r el seguim iento de Cristo. Su serie in te rm inab le se p ierde en el vacío. Los «escogidos», los creyentes —católicos, p ro ­ testan te s, p u rita n o s ...— han p referido o tro cam ino que no pasa po r el te rrito rio shakesperiano . Los a rtista s creado res no quedan abso rb idos po r lo confesional o lo científico, ni po r lo h istó rico o lo sectario en cualqu iera de sus form as y sólo en algunos aspectos son explicables a la luz de su tiempo. Sh., al revés: sólo es inteligible enclavado en su tiempo, en su amb ien te, en su sociedad y en las vicisitudes de su isla. Este fenómeno fue reconocido ya en vida de Sh. y desde entonces viene siendo acen tuado po r au to ridades en cuestiones de lite ra tu ra y d ra ­ m atu rg ia. Sus chistes, «salidas», divagaciones, ocurrencias, etc., han insp irado a B. Shaw este caústico comen tario : «Hay momentos en que uno se p regun ta desesperado cómo nue stro tea tro no ha ana ­ tem atizado nunca a este inm o rta l lad rón de ideas e h isto ria s de o tra s gentes, con su m on struo sa ampu losidad retó rica , sus inso­ po rtab les vulgaridades, su pe tu lan te reba jam ien to de los p rob le ­ mas hum anos más sublimes a lugares comunes. Aun el co rrillo de d iscu tido res menos exigentes se revolvería con tra su magro inge­ nio y fraseología com b inato ria de pseudoverdades y este rilidad in te­ lectual; ni el hom b re más trivial o p ro fano qu e rrá adm itir que esos «trascendentes» lugares comunes, alegrem en te declamados, no sean verdades de abuela, sino las convicciones de un gran hom b re ...» . Y con una p irue ta netam en te suya —shaw iano— pero que ilum ina nuestra p rop ia situación respecto de Sh., con tinúa: «Debo, sin em­ bargo, añ ad ir que compadezco a cuan tos no puedan gu sta r de Sh. Pues éste ha sobrevivido a mil pensadores más capaces y todavía sobrevivirá a o tros mil: po r sus do tes... pa ra con ta r una h isto ria

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz