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p íritu ele en trega y sum isión del hom b re a lo divino, aquel piadoso tem o r an te el Destino, ha sido sob repasado en Cristo —el Tú sag ra­ do p a ra cada uno de los hombres. La traged ia an tigua es un a rte religioso que no pueden d e s tru ir ni la psicología ni el «pathos» o sus explotadores. En ella aparecen los individuos como em isarios de po testades m etafísicas, de p a rte de la Divinidad. ¿Qué creación de Sh. rep resen ta un poder supe rio r? En sus manos una Antígona o una E lectra no serían figuras trágicas, sino todo lo más pa to ló ­ gicas. El piadoso genio de Goethe supo tran s fu n d ir perfectam en te el trag icismo antiguo en el c ristian ism o m ed ian te su Ifigenia, hazaña de la más noble hum an idad . Pa ra esta empresa a Sh. le fa ltab a fe, prudencia, form ación y tiempo. Sus colosos son an tihom éricos y an tic ristiano s. «Ham let, Lear, Otelo, Timón son débiles mentales que sufren alucinaciones como tan ta s de las figuras famosas de la novela ru sa del siglo xix, más aún, pueden p a rangona rse con esos a ristó c ra ta s de artificio, con tra la natu raleza, imaginados po r un Nietzsche» 9. T. S. E liot abunda en la m ism a idea, y afirm a que en algunas grandes traged ias de Sh. p redom inan actitudes ne tam en te nietzschea- nas, m ien tras J. F itzm aur ice K elly , buen conocedor de las lite ra ­ tu ra s inglesa y española, insiste en sus investigaciones sob re los coetáneos de Cervantes y Sh. que a su com pa trio ta le fa ltab a la p léto ra cervan tina de vivencias inm ed iatas, no menos que su mag­ nánimo am o r al p ró jim o y su in im itab le serenidad. Egon F riedell sitúa las traged ias de Sh. en un puesto in term ed io en tre la an tigua y la c ristiana (con lo que identifica traged ia y psi­ cología). «En las de Sh. se suceden, como la noche y el día, escenas cómicas y trág icas. E n tre las figuras de ambos grupos existe tan escaso paren tesco que las de uno hab lan en verso y las de! o tro en prosa, infringiendo una de las leyes fundam en tales de la vida, la con tinuidad . Imposib le po r ello que su imagen del mundo sea perfecta» 10. Las circunstancias po líticas y sociales del momento y la situa ­ ción h istó rica de Ing la te rra p rivaban demasiado sobre Sh., a rreb a ­ tándo le la libe rtad in te rn a y ex terio r que requ ie re una ob ra espon­ tánea y creado ra. Tal vez ahí rad ique su máxima tragedia. Una p ro te sta sobre las tab las con tra la opresión y coacción de la conciencia, ¿hub ie ra motivado su m uerte? ¿Qué creaciones de valor universal hub iera podido p roducir el genio de Sh. en un am- 2 4 4 SH A K E S P E A R E , PO ETA D E L « E S P L E N D ID O A IS L A M IE N T O » 9. W. Lewis, o . c ., 215. 10. Das Ende der Tragödie, en: Der Monat (März 1965).

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