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2 4 0 S H A K E S P E A R E , PO ETA D E L « E S P L E N D ID O A IS L A M IE N T O » trucos de mal arte , en convencionalismo y fórm u las de ritua l. La som b ra de Darío que emerge de la tum ba anunciando la d e rro ta de Je rjes, qu iere ser en Esquilo un relámpago con el que los dioses ilum inan un in stan te las tinieblas. En cambio, ¿no son las ap a ri­ ciones de esp íritu s en Ham let o Macbeth un recu rso p a ra p a lia r una impo tencia escénica? En los an tiguos la vuelta de los muertos reconduce a los hom b res hacia los dioses, a la oración y a las p rác­ ticas religiosas. En Sh. no lleva sino a monó tonos monólogos de personajes in te rio rm en te m uertos. V .— SHAKESPEARE Y EL DALAI-LAMA En la Galería Nazionale del Palacio Barberin i, de Roma, existe una rép lica del conocido re tra to de E n riqu e V III po r Holbein. Re­ p resen ta al rey inglés el d ía de su boda con su cu a rta m u je r, Ana de Cleves. Pocos meses más ta rd e con trae rá su qu in to m atrim on io este m onarca de 49 años, luego de repud ia r a la que p ron to le ha rtó y elim ina r al consejero de aquel m atrim on io . Rara vez un p in to r áulico ha caracterizado tan ce rteram en te el ca rá c te r de su rey: el ro stro de un hom b re débil, b ru ta l y glotón, con boca in fan til y ojos álgidos y vacíos como de pez. «Carne de cerdo envuelta en pú rpu ra» , debe h abe r pensado el p in to r, quien genialmente ha in­ tu ido en ese ro stro el destino de Ing la terra , pueblo an tes creyente, cuyas cated rales y m onasterios de la Edad caballeresca daban tes­ timon io del m isterio que trasc iende lo visible, pero que con E n ­ rique V III cayó en el ago tam ien to religioso. «Enrique V III tomó la decisión más grave de la h isto ria inglesa. Un hom b re no puede vivir como él p retend ió vivir. No era c ristiano en el único sen tido válido de la pa lab ra, en el de la im itación de Cristo» 7. A d iferencia del gran p in to r, Sh. camufla con su ropaje litera rio la cruda rea ­ lidad: nos p in ta un En rique V III inteligente, y bueno, que después de largos años de m atrim on io siente súb itos escrúpu los de con­ ciencia y apelando a ésta repud ia a su legítima esposa p a ra un irse a o tra más joven. Se calla Sh. cómo En rique V III ráp idam en te se separó de ésta, y la hizo d a r m uerte p a ra casarse po r te rce ra y luego po r cu a rta vez. Tampoco dice «el gran poeta» que, oponién­ dose el Papa a esos manejos, el «Defensor de la fe» obligó a su pueblo a ab andon a r el credo de sus mayores, se nom b ró a sí m ismo jefe de la Iglesia de Ing la te rra y romp ió am a rra s con toda la tr a ­ 7. R . Schneider, Macht und Gnade (L e ip zig 1941) p. 52.

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