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G A B R IE L D E S O T IE L L O 2 1 3 te ria lista , y, si alguno no llega a serlo, se debe a un fallo en el mecanismo de su lógica. Posiblemente no haya o tro pensado r me­ dieval que haya superado a Bacon en su afán de ver la natu raleza y la h isto ria desde Dios. «Bacon como franciscano , ha escrito el P. Bettoni, qu iere re s titu ir a Dios la creación en te ra en su doble aspecto de na tu ra leza y de historia» . Más que po r sus ideas cien­ tíficas fue po r su lenguaje, excesivamente violento, in ju sto en oca­ siones, p o r lo que los superio res pusieron dificultades a Bacon y le imp id ieron realizar una ob ra de científico p a ra la que se hallaba excepcionalmente do tado . Todavía una p a lab ra más sobre Duns Escoto y Guillermo de Occam, a quienes se convierte, en o tro lugar, nada menos que en ave rro ístas y defensores de la doble verdad . Es la p rim e ra vez, según m is noticias, que se le ha ocu rrido a nad ie tam aña o rig ina­ lidad. Verdad es que el Diccionario Filosófico define lo que es la «doble verdad» de fo rm a muy imprecisa, quizá po rque así puede u tiliza r ese concepto p a ra llegar a la conclusión de que «en la actualidad , la teo ría de la doble verdad es u tilizada po r la teología y p o r la filosofía bu rguesa reaccionaria p a ra defender la religión y lucha r con tra la concepción científica, m ate ria lista , del mundo» (DF, Doble verdad). B rom as apa rte, ningún filósofo ni teólogo b u r­ gués ni no burgués defiende hoy la doble verdad , ni a Escoto ni a Occam se les pasó jam á s po r el magín sem ejan te aberración . En rea lidad la doc trina de la doble verdad no la ha sosten ido nadie, aunque fue a tribu id a a los ave rro ístas en vista de una p o s tu ra nada c la ra que adop taban en to rno al p rob lem a de la relación en tre la razón y la fe. FILOSOFIA RENACENTISTA. Si de la edad media pasamos al Renacim iento encon trarem os so rp resas tan imprevisibles como las que nos han salido al paso h a sta aho ra. Vamos a escoger a C o p e r n i c o , cabeza de tu rco p a ra tan to s ataques al catolicismo. Como los m arx istas m anejan con la m isma hab ilidad las pala­ b ras que los silencios, comienzan po r silenciar la calidad de ecle­ siástico de este gran sabio polaco, como h icieron an tes con Rogerio Bacon. Pero es más instructivo todav ía lo que escriben de él. «La teo ría de Corpénico... significa la ru p tu ra con el sistem a geocén­ trico de Ptolomeo y con las concepciones religiosas en él basadas sob re la T ierra como elegida de la divinidad (la elección de m a­ yúscula y m inúscu la no la hago yo) y sobre la situación privilegiada

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