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212 LA F IL O S O F IA C A T O L IC A V IS T A D ESD E LA U .R .S .S . visión de la verdad es el en tend im ien to la causa, no la volun tad . No es verdad lo que la vo lun tad qu isie ra que fuese, y en este sen­ tido nunca ha dicho Escoto que el en tend im ien to dependa de la voluntad. «Dios... es la libe rtad absoluta». Por tercera vez tenemos que señalar un equívoco. Dios es libe rtad abso lu ta po r el m ismo hecho de ser el Ser abso lu to . Pero no en el sentido, que se le suele a tr i­ bu ir, de ser abso lu ta a rb itra ried ad , con lo que se ad jud ica a Escoto un positivismo m o ral que él nunca defendió. Dios es «rationabilis- sime volens». Este «rationab ilissim e» es la ga ran tía más segura de la ob jetiv idad abso lu ta de los valores morales. El deber deriva de un b ien ob jetivam en te necesario, que es Dios, fin ú ltim o de los actos del hombre. «En la discusión medieval sobre los universales, Duns Escoto e ra p a rtid a rio del nom inalismo». Aquí ya no tenemos ningún equ í­ voco, sino un d isp a ra te espléndido. Nada de nom inalismo. Para Escoto la esencia concreta no fue nunca un mosaico de realidades, pero tampoco algo común de orden existencial. En o tra s palab ras: no fue ni nom inalista ni rea lista a u ltranza. Lo que co rresponde en la cosa a nuestros conceptos ab stra c to s es una realidad de orden metafísico o esencial. En la in te rp re tac ión de Escoto se trasluce el in flu jo del lib ro de Landry, com p letam en te insuficiente p a ra su tiempo y hoy en to ta l desprestigio. Tampoco sobre R ogerio B acon ni O ccam se in fo rm a ob jetiva­ mente. De Occam se silencia un va lo r que los h isto riado res ac tua ­ les han puesto muy de relieve, su in terés en el campo de la lógica form al y el aspecto lógico desde el cual enfoca los prob lem as. Y ade­ más no es cierto lo que de él se afirm a. «Occam a firm aba que la existencia de Dios y o tros dogmas religiosos no pueden ser demos­ trado s po r medio de la razón». Los dogmas religiosos no caen ba jo el dom inio de la razón, sino que se encuen tran en la zona del m is­ terio, a donde la inteligencia hum ana no alcanza. Po r lo que se refiere a la existencia de Dios, no niega que se pueda dem o stra r racionalm en te, aunque sí critica las demostraciones de ciertos a tr i­ bu tos divinos dadas po r o tro s teólogos. Acaso el menos adu lte rado haya sido Rogerio Bacon, al que se m ira con aprecio po r h abe r promovido la ciencia experimental de aquel tiempo y po r habe r fustigado la po lítica feudal, la fo r­ mación libresca, sin con tacto con la natu ra leza y el ciego a ca ta ­ m iento de las au to ridades en m ate ria doctrinal. Pero se cae en el d islate de llam arle «m aterialista» , añadiendo, no sin c ie rta gra­ cia: «aunque inconsecuente». Po r lo visto todo aquel que se in te­ resa po r la natu ra leza y sus p rob lem as tiene el deber de ser m a

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