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G A B R IE L D E S O T IE L L O 2 1 5 Sigamos citando , po rque este a rtícu lo no tiene desperdicio. «Los descub rim ien tos de Copérnico pasaron a ser ob jeto de encarn izada lucha: la Iglesia los condenó y persiguió; los pensadores p rog re ­ sistas de aquel tiempo y de las épocas subsiguientes los conv irtie­ ron en su band e ra de lucha y siguieron desarro llándo los» . ¿Qué hay de cierto en todo esto? Es verdad que esa novedad en el cam ­ po de la ciencia ten ía po r necesidad que de ja rse sen tir en el pen­ sam ien to de aquel tiempo, cuando fo rm aban , de hecho aunque no de derecho, un eng ranaje muy trab ado las ideas científicas, las filosóficas y en ocasiones incluso las teológicas. Pero den tro de la m isma Iglesia, lo m ismo que fuera de ella, esa teo ría tuvo p a rti­ darios y adversarios. Pero recuérdese que la ob ra de Copérnico la publicó su a u to r movido po r el Cardenal N. Schomberg y el obispo Tydemann Gize, y fue dedicada a Pablo III. O hab lando en p lata: que esa innovación científica fue ob ra de un ferviente católico, se publicó a instancias de dos Príncipes de la Iglesia e iba ded icada al Papa reinan te. Lu tero y Melancton se opusieron muy p ron to a ella. La Iglesia sólo p roh ib ió el heliocen trism o en 1616, y todo el m undo sabe que en esa proh ib ición in terv in ieron facto res demasia­ do hum anos y que no era com pa rtida po r buena p a rte de los m iem ­ b ros del tribuna l que condenó a Galileo. No justificam os aquella condena, pero es preciso m ira r a la h isto ria con ojos limpios. Re­ su lta soberanam en te rid ícu lo lo que sobre este tem a escribe Kons­ tan tinov : «En las ob ras de Corpénico, G. Bruno, Galileo, Tomás Moro y o tro s pensadores de la época, se en fren ta ron a la d ictadu ra e sp iritua l de la Iglesia las ideas del m aterialismo» (FFM, 37). Cor­ pénico, Galileo y Tomás Moro son tre s católicos que nada tienen que ver con el m aterialismo . En cuan to a B runo me lim ito a c ita r estas pa lab ras del h isto riado r de la filosofía m oderna Heimsoeth: «La negación de un p rincip io trascenden te y supe rio r al mundo es­ tab a muy lejos de él. Pero este ser en sí m ismo, rigu rosam en te trascenden te y abso lu to , este Dios es p a ra él un pu ro ob jeto de la ado ración religiosa y de la veneración moral» 8. No es fácil que se pueda llam a r m a te ria lista sin más a quien adm ite un Dios tra s­ cenden te al mundo. Pero la in trep idez in telectual de Konstan tinov es incalculable. Dado que Copérnico puso de manifiesto que la tie rra no e ra en abso lu to el cen tro del universo, sino simp lem en te uno de aquellos p lanetas que an tes figuraban en la esfera celeste ideal, concluye sin pestañear: «Así, pues, la oposición en tre mundo terreno y m un ­ 8. H . Heimsoeth, La metafísica moderna. M a d rid 1949, 43.

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