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214 LA F IL O S O F IA C A T O L IC A V IS T A D ESD E LA U .R .S .S . del hombre en el universo» (DF, Copérnico). Uno se p regun ta qué relación indisoluble puede h ab e r en tre una concepción astronóm ica y una doctrina religiosa, o más claram en te: qué relación existe en tre el hecho de que el sol gire al rededo r de la tie rra o viceversa y el que Jesucristo se haya hecho hom b re en la tie rra . Son conexiones so rp renden tes. Como si Dios, si decide encarnarse, haya de hacerlo en el a stro más volum inoso del universo. En tal caso, claro está, al descub rir que la tie rra es m enor que el sol, la Enca rnac ión se vend ría abajo . Los evangelios saben muy poco de teo rías a stronó ­ micas; pero saben que Belén es más insignificante que Jerusalén y, con mucho, más que Roma. Y, no obstan te, nos dicen que Jesús nació en Belén de Judá y que se encarnó en un pueblecito oscuro de Galilea. Tampoco la situación privilegiada del hom b re en el cosmos tiene nada que ver con que sea la tie rra la que gire en to rno al sol o se esté qu ieta en medio del espacio. «En la h isto ria de la ciencia, la doc trina de Copérnico constituyó un acto revo lucionario con el que la investigación de la natu ra leza se declaró independiente. De ahí a rran c a la liberación de la ciencia respecto de la teología». Y uno se p regun ta: ¿qué significa esa libe­ ración? Porque h a sta el filósofo más «reaccionario» de la edad me­ dia, San Buenaven tura, hacía depender el conocim iento de la n a tu ­ raleza no de la fe, sino de la experiencia. Po r lo cual escribió. «Ex- p e rien tia est p rincip ium scientiae». Nada digamos de San to Tomás, Alberto Magno, Rogerio Bacon, Guillermo de Occam y demás pen­ sadores medievales. «La teo ría co rpen icana ... asestó un serio golpe a la leyenda de la Iglesia sob re la creación del mundo p o r Dios, hizo posible la fu tu ra aparición de las teo rías acerca del origen y desarro llo n a tu ­ rales del sistema solar». La dialéctica m arx ista resu lta desconcertan te, po rque uno no llega a ver el nexo en tre la teo ría heliocén trica y la negación de la creación del mundo po r Dios. ¿E s que alguna vez se h a in ten tado dem o stra r la necesidad de la creación a p a rtir del hecho de que la tie rra fuera el cen tro del un iverso? La creación viene exigida por la insuficiencia rad ical, llam ada contingencia en el léxico esco­ lástico, de la realidad m undana, giren po r donde les parezca bien la tie rra , el sol y «las a ltas estrellas». Tampoco tiene nada que ver el heliocen trism o con las explica­ ciones acerca del origen del sistema solar, ni estas explicaciones tienen nada que ver con la creación. La ciencia se ocupa del «modo» como evolucionan y se com po rtan las realidades cósm icas y no del p rim e r origen del mundo.

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