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166 E L SACERDOC IO COMO «D IA K O N T A -K E N O S ÍS ». do con el sacerdocio: Es evidente que la misión realizada por Cristo en su contacto con la humanidad es sacerdotal en todos sus aspec­ tos y que ha sido, de hecho, la única obra sacerdotal auténtica. Las demás actuaciones humanas que en este sentido tuvieron lugar en la vida religiosa de los hombres, incluso las acciones sacerdotales del Antiguo Testamento, no pasaron, en realidad, de conatos de sacerdocio, incapacitados de por sí para el acceso a la santidad sobrenatural, único destino último de los hombres. Cristo concentra, pues, en su mediación sacerdotal todos los elementos disgregados de la vida religiosa de Israel y de toda otra vida religiosa auténtica: sean enseñanzas y doctrinas, sacrificios cultuales o normas de vida moral. Todo converge en el sacrificio con que Cristo agradó a Dios cumpliendo su voluntad. La carta a los Hebreos es contundente al dar su visión profunda de la actua­ ción de Cristo. Sólo El, constituido por Dios sacerdote eterno, al ofrecerse a sí mismo como víctima sin pecado en una obediencia que llena su vida desde la encarnación hasta la cruz, causó de una vez para siempre la plena remisión de los pecados y la santidad, franqueándonos el acceso a Dios, al entrar vivo y triunfador en el santuario definitivo a la derecha del Padre, donde constantemente intercede por nosotros. Bien estará subrayar que de esta perspectiva inicial cristológica, primer pilar de la eclesiología, es de donde ha de partir toda apre­ ciación adecuada del ministerio eclesiástico cuyo alcance real sólo puede medirse por comparación con la misión de Cristo. c) También es presupuesto para la teología del sacerdocio mi­ nisterial el dato bíblico del sacerdocio común de los fieles. La Igle­ sia, fundada por Cristo como ser social y místico, posee una cone­ xión indisoluble con el sacerdocio del mismo Señor. Pues Cristo, uniéndola a sí, la deja en condición de entrar confiadamente en presencia del Dios santo, de entregarse a sí misma a la divinidad y, recurriendo al sacrificio único de Cristo en la cruz, granjearse benevolencia divina para morar en el recinto naturalmente inac­ cesible de la santidad de Dios. Esto, que en la concepción de las demás religiones sería prerrogativa exclusiva de los sacerdotes ofi­ ciales, lo tienen en el cristianismo todos y cada uno de los fieles, llamados por la Sagrada Escritura del Nuevo Testamento sacerdo­ cio santo, sacerdocio real 4. d) Finalmente se tiene un núcleo fundamental de doctrina sobre 4. 1 P et. 2, 5.9.

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