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164 E L SACERDOC IO COMO «D IA K O N IA -K E N O S IS ». ha procurado salvar una vez más de los dos extremos aludidos me­ diante las equilibradas fórmulas del Concilio Vaticano II. El presente trabajo se inserta en la teología del sacerdocio. Es verdad que el reciente concilio no presenta esa teología, si se la entiende como interpretación sistemática inteligible sólo en un de­ terminado sentido. Sin embargo, es cierto también, como veremos, que en la doctrina conciliar se marca una dirección para que la teología siga caminando hacia adelante. Las reflexiones que siguen arrancan de un doble punto de par­ tida, fijándose primero en el eje de unidad significado por la afir­ mación conciliar de que el episcopado es la plenitud del sacra­ mento del orden, y valorando la trascendencia de la perspectiva única y profundamente sacerdotal en que la constitución «Lumen Gentium» enmarca todas las funciones del ministerio eclesiástico. De este modo se cree avanzar hacia una mayor comprensión teo­ lógica de lo que para la constitución citada es punto de partida e idea dominante: El ministerio sacerdotal, que el episcopado ex­ presa en su plenitud, significa esencialmente situación de servicio en la Iglesia, una posición de medio en orden al fin, que es la cons­ titución y mantenimiento del Pueblo de Dios como integrado en la salvación cristiana. Esta posición de servicio se encuentra ejem­ plificada en el Cristo anonadado, en la kénosis de que habla San Pablo en la carta a los Filipenses 2. Pero es preciso, para dar a esta conclusión la perspectiva justa en que aparezca todo su alcance teológico, presentar un resumen algo detenido de la doctrina conciliar; y previamente, a su vez, en­ cuadrar las decisiones del Concilio con una referencia detenida a la teología preconciliar del sacerdocio. Se hará en otros tantos apartados. I.—TEOLOGIA PRECONCILIAR DEL SACERDOCIO La reflexión teológica acerca del sacerdocio padeció —y con rela­ tiva gravedad— el mal de la división y de la incoherencia. El con­ dicionamiento social de las manifestaciones del ministerio eclesiás­ tico fue sin duda la causa de profundas e inevitables diferencias en la práctica pastoral que, luego er. la teología, no lograron una interpretación homogénea. La tan lamentada fisura entre el criterio teológico y el criterio 2. F il. 2 , 5 ss.

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