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B E RN A RD IN O D E A RM E L LA D A 179 el poder de ejercitar perfectamente el deber de la caridad pastoral con la oración, con el sacrificio y la predicación, en todo género de preocupación y servicio episcopal, sin miedo de ofrecer la vida por sus ovejas y haciéndose semejante a ellas 3S. La plenitud del sacerdocio aparece aquí evidentemente como plenitud del anonadamiento en el servicio. El obispo, el sacerdote, tiene que representar la esperanza del Señor resucitado en la rea­ lidad del Siervo anonadado que no se fija en sí mismo y es todo para todos. El máximo engarce sacramenta] de su ministerio con la vida de los fieles se tiene en la Eucaristía, que, al reunir a los fieles en la «kénosis» de Cristo bajo el signo de su entrega a la muerte, verifica el ser de la Iglesia peregrina y le da reciedumbre espiritual. En esta perspectiva aparece la Eucaristía como máximo instru­ mento eficaz en manos del sacerdote en orden a la congregación de los fieles en el «Corpus Mysticum», La potestad sacerdotal sobre el cuerpo físico (eucaristico) del Señor aúna así —a través de la Eucaristía— el servicio del mismo Señor y de sus ministros en orden a congregar, santificándola, la grey de los elegidos. Así es como el sacerdote mismo se hace verdaderamente signo, sacramen­ to del Señor. Ahora quizás aparezca más clara la falta de lógica sobrenatural cuando se quieren buscar objetos distintos de potestad que justi­ fiquen la separación del orden y la jurisdicción en el ministerio cristiano. Recordemos la disociación que muchos teólogos estable­ cían entre el poder sacramental sobre el Cuerpo eucaristico del Señor y el poder social o jurídico sobre el Cuerpo Místico o Iglesia. No se niegan estas potestades; pero se las reúne en una subordina­ ción tan íntima que las hace se compenetren y condicionen mutua­ mente: Toda la actuación sacramental —especialmente la celebra­ ción de la Eucaristía— se polariza hacia la unidad de la comunión en la Iglesia. Y la jurisdicción, que de por sí es solamente el acto de un superior dirigiéndose a aquellos a quienes puede mandar, en el sacerdote presupone una cualidad ontològica o carisma del Es­ píritu Santo que lo introduce en el ámbito de lo sacramental. Por eso dice Ratzinger con razón que «la jurisdicción, en el ministerio eclesiástico, no debe considerarse como un poder distinto del sacra­ 38. Ad plenitudinem sacerdotii electi, sacramentali gratia donantur, ut orando, sacrificando et praedicando, per omnem formam episcopalis curae et servitii, per- fectum pastoralis caritatis munus exerceant, animam suam pro ovibus ponere ne timeant et formam facti gregis (cf. 1 Pet. 5, 3), Ecclesiam etiam exemplo suo ad maiorem in dies sanctitatem promoveant. LG, n. 41. 2

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