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178 E L SA C ERDO CIO COMO « D IA K O N IA -K E N O S 1S » . sacerdocio de los fieles. El sacerdocio ministerial es esencialmente medio en orden a la verificación de la salvación en otros. Mientras que el sacerdocio de los fieles es verificación de salvación en sí mismos. En el sacerdocio ministerial se significa y se causa —sacra­ mentalmente— la salvación. En el sacerdocio de los fieles se es salvado. Schoonenberg da un paso más en su visión teológica de la «kénosis» de Cristo y advierte que su auténtica igualdad con Dios no queda oscurecida, «sino más bien iluminada por el hecho de que Jesús escoja la función de siervo humilde y paciente que se ofrece en sacrificio por los otros. Entendida de esta manera, la '’kénosis” de Cristo no oscureció su divinidad; al contrario, me­ diante ella Cristo revela su divinidad a la vez que la del Padre, "porque Dios es amor. El amor de Dios a nosotros se manifestó en que Dios envió al mundo a su Hijo unigénito para que nosotros vivamos por El. En eso está el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó y envió a su Hijo para que fuese víctima expiatoria por nuestros pecados” 3S. Así el anonada­ miento de Cristo hasta la muerte y en la muerte de Cruz, revela de forma preminente su igualdad y unidad con el ser del Padre, que es amor. Al mismo tiempo revela su persona y su humanidad por­ que, mientras realiza la misión de traernos el amor del Padre en la obediencia del siervo, lo hace sobre todo en la fe (?) completa y confianza total del Hijo, e incluso en la libertad del Señor; de modo que para Juan Jesús es "exaltado” precisamente en la Cruz 36. Cuanto más radical es el anonadamiento, con mayor plenitud se derrama sobre nosotros el amor, y más absoluta es la confianza en el Padre —una esperanza contra toda esperanza en que el amor del Padre alcanzará la victoria» ,7. En Cristo ya se verificó esa victoria. Con todo, el tiempo de la Iglesia no es la eternidad victoriosa de Cristo. La Iglesia peregri­ nante espera de la parte de acá, en el tiempo y en la lucha, funda­ mentalmente asociada —de manera activa también— al estado de anonadamiento. Por eso ha de afanarse en el cumplimiento doloroso y abnegado de lo que falta a la pasión del Señor. Sólo en este espí­ ritu se garantizará con plenitud la autenticidad del ministerio. La plenitud del sacerdocio se recibe en un sacramento cuyo don de gracia sacramental se describe en la «Lumen gentium» como 35. 1 Jn. 4, 8-10. 36. Jn. 3, 14; 8 , 22.28; 12, 32 s. 37. P . S c h o o n e n b e r g , l. c., p . 71.

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