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B E R N A RD IN O D E A RM ELLA D A 1 7 7 actuar de Cristo. Y en cuanto a la actitud del ministro no basta una transmisión de los bienes del reino puramente «ex opere ope- rato», que resbala sin dejar rastro en quien los pasa de uno a otro. Es actuación en nombre de Cristo; pero que compromete la vida entera de quien presta el servicio. Asi hay que entender la solemne proclamación del Señor: «Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros». El ministerio sólo será auténtico en un servicio identificado con el de Cristo: con una enseñanza, un sacrificio y una dirección que se resumía en la propia entrega. El sacerdote, por tanto —el obispo—, recibe por el sacramento el carácter de enviado —con la conexión específica del instrumento humano— en el sentido mismo en que Cristo fue enviado por el Padre al mundo. Servicio y anonadamiento .—Y si la necesidad de un sacrificio ministerial se ilumina en los principios de la eclesiología, el conte­ nido del ministerio se ha de colegir a través de un análisis de la cristología en su función relativa a los hombres. La fe consiste ante todo en creer que el Padre envió a Cristo a los hombres 31 como mediador de salvación 32. Cristo, a su vez, envía a los após­ toles como El fue enviado 33. Ahora bien, la plenitud de la mediación de Cristo en su misión terrena, la mayor intensidad de su acercamiento a los hombres, de su postura de servidor, se realiza en el anonadamiento de la Cruz. Comentando el denso pasaje paulino de la carta a los Filipenses, 2, 6-11, escribe Schoonenberg: «Al mismo tiempo que rechaza el poder, Cristo rechaza todo apetito de poder y todo abuso de poder. No se afanó por conseguir como un trofeo lo que nosotros llama­ mos "igualdad con Dios” ; al contrario, se vació a sí mismo de poder y derecho y, como ha dicho de forma expresiva Robinson, de toda concentración en sí mismo. Sólo quiso ser el Mediador, totalmente transparente, entre el Padre y sus hermanos: darse a sí mismo de esta manera, fue para El alimento, vida y autoafirma- ción. Fue totalmente El entregándose por completo a Dios y a los muchos, y la consecuencia de esto fue la muerte en la Cruz; la aceptó y la sufrió en la plenitud del amor» 34. Se puede ver fundadamente en esta postura de instrumentalidad y servicio la clave de distinción entre el sacerdocio ministerial y el 31. Cf. Jn. 17, 3.8.21.23.25. 32. Jn. 3, 17. 33. Jn. 17, 18. 34. P. Schoonenberg, Kénosis-anonadamiento, en Concilium 11 (1966) 67.

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