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8 8 POSIBILIDADES HOY DE UNA LITURG IA FUNERAL drían fácilmente superar, intentando celebrar de verdad ese momen­ to. Un primer ensayo en el seno de una familia reciamente cristiana sería el medio de iniciar otra pastoral de la muerte en nuestros pue­ blos o parroquias rurales. Más difícil será siempre, sin duda, en la ciudad, donde muchos de los enfermos —como se nos advierte muy bien en la encuesta— mue­ ren en las clínicas u hospitales, a los cuales los párrocos o sacerdotes suelen tener ya menos acceso. Pero no es imposible en otros muchos casos, por lo que nos parece que se puede y se debe mantener el prin­ cipio. 2) Tener en cuenta, con todo, los factores sicológicos y de relación en tre fe y sacram entos del propio moribundo y familiares. Es decir, no siempre y en todos los casos se podrá pretender llegar a esta celebración y esta presencia del sacerdote, del párroco o de un delegado suyo. Con familias absolutamente no creyentes, sería inútil intentarlo y hasta perjudicial. Con familias menos creyentes es nuestra opinión que en España se podría con un buen tacto del sacerdote por delante y una buena catequesis previa, lo que supondría —como ya hemos di­ cho— otra pastoral de los enfermos que la tenida en cuenta hasta ahora: visitar para preparar a morir. No se puede prescindir, si se trata de llegar por aquí a los fieles, de estos dos factores, y habrá que tenerlos siempre muy presentes. No tanto quizá por parte del moribundo —que en general no vería mal e incluso agradecería una presencia del sacerdote y una celebración del momento cumbre de su vida— cuanto por parte de los propios fa­ miliares y amigos, la mayoría de las veces, los primeros interesados en que el sacerdote no esté allí. Claro que no lo harán por falta de fe (si lo hicieran por eso, ya hemos dicho que sería inútil y hasta per­ judicial intentar esa presencia y menos esa celebración), sino sim­ plemente por una falsa concepción de las cosas y una costumbre —ma­ la— de evitarle al moribundo que se dé cuenta de su muerte; pero esto será lo que, sobre todo, trataría de evitar hoy una pastoral. Cuando exista una verdadera relación entre fe y sacramentos en el moribundo y familiares, será posible y hasta necesaria —más ne­ cesaria— una presencia del sacerdote y la celebración de esa muerte. Cuando esta relación exista, pero débil, habrá que mirar bien todas las circunstancias antes de pretender algo que puede entorpecer más que sublimar esos momentos. Cuando esta relación no exista, nada

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