PS_NyG_1967v014n001p0085_0108

LU IS SANCHEZ HERNANDEZ 107 Esta imprecisión, y por otra parte preocupación, sobre el proble­ ma es lo que más nos ha obligado a reflexionar ante algo que podía ser ya también más general en España. Es evidente que el color que aún sigue imperando en liturgia fu­ neral es el color negro. Si ha habido algún caso de cambio de color, todavía se trata de casos muy aislados. Citábamos ya el n. 81 de la Constitución sobre Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II en el que se dice: «El rito de las exequias debe expresar más claramente el sentido pascual de la muerte cris­ tiana y responder mejor a las circunstancias y tradiciones de cada país, aún en lo referente al color litúrgico» 12. Conocemos personalmente el caso de Bélgica y en la actualidad en muy pocas iglesias se sigue empleando el color negro. El color nue­ vo empleado es el morado. Es curioso que las tres contestaciones a nuestra encuesta que men­ cionan un determinado color para una liturgia de difuntos, cada cual mencione uno diferente y ninguna de las tres el morado. Una habla del verde, otra del rojo y otra del blanco, como de colores más expre­ sivos y simbólicos de una liturgia funeral. Las otras cuatro contesta­ ciones que tocan el problema, se limitan a reconocer la necesidad urgente de un cambio aquí de color; pero nada más. La mejor solución del problema podría apuntar también a una posibilidad —como en el problema de los textos— de poder escoger en algún caso determinado, con alguna familia especial el color de los ornamentos para estas misas. No se trataría, desde luego, de emitir con ello ningún juicio sobre la calidad cristiana de la familia o del difunto; ni de hacer tampoco distinciones de ninguna clase; sino de acentuar, de otra manera, tal o tal aspecto de la muerte cristiana, lo mismo que lo hemos hecho con los textos. El color morado sería siempre, en todo caso —ya hemos razonado el porqué al tocar el problema del entierro— , el color en general de una liturgia de difuntos. Decía Tertuliano: «Como la muerte del hombre es su llegada al cielo, no es conveniente adoptar vestiduras negras cuando él mismo se reviste de vestiduras blancas» B. La última palabra en la solución de este problema la tienen tam­ bién las Conferencias Episcopales de cada nación, encargadas por el 12. C o n s t itu c ió n C o n c ilia r L itu rg ia , n . 81. 13. De m o rta lita te , c . 20.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz