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LU IS SANCHEZ HERNANDEZ 105 mo comentario. Pero ella deberá ir incluso más lejos, profundizando de verdad en el tema para convertirlo en vida en la celebración y des­ pués de la misma. A propósito del tema «muerte y resurrección», hará una corta pe­ ro fundamental exégesis de los textos y aplicará luego: hoy acaba de brillar la luz de la resurrección para nuestro hermano X ... Un destello de la misma es la Eucaristía que vamos a celebrar con él, por última vez. En realidad, nuestra resurrección la debemos ya ir pre­ parando a través de una vida de caridad, de justicia social y de fe. La muerte, cuando nos llegue, no será sino el paso a esa gloria de la que Cristo es ahora las «primicias». Con El, en El y por El debemos todos también resucitar ahora —para resucitar después— a una vida mejor. La fuerza de esta resurrección es la Eucaristía. Pero no podrá haber una buena homilía si antes no se han sabido pulsar los sentimientos, las convicciones, el nivel religioso de la co­ munidad que escucha. Esta no es la misma siempre, y aunque el tema de la celebración lo fuera, deberá ser un tema para ella; luego en parte siempre diferente, lo que obligará a prepararla seriamente. En el enfoque de las preces de los fieles es necesario volver a te­ ner en cuenta el tema escogido. Hay que cuidar en ellas tres intenciones, por lo menos: por los difuntos en general; por los difuntos en particular de la familia; y por el difunto allí presente. En un esquema más clásico de las mismas, abrirá estas preces el mismo celebrante, las dirigirá luego el diácono en tono solemne —can­ tado o rezado— y las concluirá el sacerdote con una oración —impro­ visada o no— pero de antemano preparada siempre. Dentro del tema «muerte y resurrección», proponemos un sencillo ejemplo de cómo conseguir prácticamente unas preces de los fieles en una misa de entierro: — monición de entrada del sa cerd ote-celeb ran te: en la mejor unión de corazones, vivamente estrechados todos con nuestro herma­ no X en Cristo, oremos, hermanos: — d iá cono : para que todos los fieles difuntos se vean inundados por la luz de la gloria, roguemos al Señor... —* d iácono: para que todos los muertos en el seno de la familia X, que esperan la resurrección de la carne, la alcancen en plenitud al­ gún día, roguemos al Señor... — diácono: para que Dios dé a su siervo X otro cuerpo de gloria en tanto el terreno vuelve al polvo, roguemos al Señor...

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