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102 POSIBILIDADES HOY DE UNA LITURG IA FUNERAL ta con exactitud a qué se apunta ahora aquí. A algo, sin duda, mu cho más profundo y serio de lo que es en sí una simple novedad. d) No se trata, sin embargo, de abrir ninguna puerta al anarquis mo litúrgico, el peligro del que muchos se guardan y la novedad que quisieran otros. La novedad tiene sus propios límites que siempre ha brá que respetar cuando se quiera servirse de ella. e) Habrá que acostumbrarse, en todo caso, a otro estilo de cele bración en el que se tome conciencia de un deber pastoral frente a aquellos para y con los que se celebre; de un deber pastoral que está a la base de toda liturgia, de todo rito; de un deber pastoral que ya no se ceñirá solamente a hacer por hacer, sino a celebrar para vivir. Una solución al problema «rito y vida», como se verá, si se profundiza en todo ello. Nuestra persuasión es que cuanto más pronto entren los sacerdotes por esta novedad y la aprovechen, más acertada, pastoral y litúrgica les parecerá. Lejos, luego, de mirarla como algo complicado y difícil, la mirarán como lo que es: algo que puede, que debe servirles en una mejor, más digna y más acertada función de presidentes-celebrantes de una determinada asamblea de fieles, más activa ya hoy que expec tativa, en una misa funeral como en otra cualquiera. El problema, por lo tanto, de los textos en estas misas está prác ticamente resuelto y sólo hará falta darle a la misa —según las cir cunstancias, condiciones, factores sicológicos y de relación fe y sacra mentos particulares de las familias— un tema, como a toda celebra ción, por ejemplo: muerte y resurrección; o muerte y comunidad pa rroquial; o muerte y esperanza; o muerte y paso a la Pascua... Un te ma para ajustar al mismo una u otra lectura diferente. Nada difícil, si se ha entendido el «mecanismo» de esta nueva posibilidad en litur gia. A entenderlo, precisamente, van encaminados los puntos ante riores. El canto deberá estar en la misma línea de los textos y acomodado también en general al tema de la misa. Tampoco será muy difícil so lucionar este punto, si lo intentamos con los antiguos y siempre clá sicos salmos penitenciales y con los pascuales, sobre todo, el 26, 113 y 118, etc., desaparecidos de esta liturgia. Se podrían aprovechar tam bién los mejores del oficio actual de difuntos: el 22, 41 y 62. Nada impediría tampoco la introducción en este tipo de misas de buenas y sencillas melodías populares que se pueden encontrar aún. Es importante no olvidar tampoco la nueva posibilidad —a partir de la última reforma de la misa— con la que aquí contamos: la de poder cantar pueblo y celebrante, celebrante y pueblo todas o algunas
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