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LU IS SANCHEZ HERNANDEZ 95 rrarle el paso en este sentido, se lo abren; pues se trataría sólo de un ejemplo, discutible como todo lo convencional. Apenas vistos y examinados el esquema o esquemas que ofrecemos, se notará enseguida que las preces litánicas y oración de conclusión las hemos dejado a una libre y personal improvisación de cada pre­ sidente-celebrante. Este sistema o método —imposible de explicar ahora aquí— obedece a una personal convicción adquirida en nuestro año de pastoral litúrgica de Brujas. Estamos muy convencidos, no obstante —y lo queremos advertir— , que si se improvisa, habrá que hacerlo muy bien, dignamente, bellamente; lo que exigirá siempre de antemano una buena preparación a la base misma de todo ello. Un ejemplo de cómo llegar a esta personal elaboración-improvisación de preces y oraciones se podrá encontrar más adelante a propósito de las preces de los fieles en las misas de entierro. En el mismo Apéndice señalamos otros posibles temas sobre los que podrían girar otras Celebraciones de la Palabra durante el tiem­ po de la «vela» al difunto, no difíciles de encuadrar en el esquema ge­ neral de estas celebraciones. ENTIERRO Creemos que es este rito en particular el que plantea en España los más serios problemas en torno a una renovación-adaptación de la liturgia funeral. En la liturgia se han producido nuevas cosas —cosas mejores en todo caso— : lengua vernácula, participación más activa y conscien­ te de los fieles en ella, revisión de textos y cantos; y, por otra parte, el hombre de hoy, el cristiano de hoy es distinto del de la edad media. Es distinta su mentalidad, su cultura, su sicología, su medio ambiente. Ni siquiera se le puede comparar con el hombre de hace cincuenta años. El hombre de hoy es más él. Ya es un adulto. Ha llegado a una verdadera madurez y exige —aquí como en todo— algo muy diferen­ te de lo que pudo exigir el hombre de la edad media o el de hace cin­ cuenta años. Hoy no nos podemos contentar con lo que se hacía en la edad me­ dia, o hace sólo cincuenta años. Y convendrá, por ello, adaptar. Pron­ to, para llegar a tiempo. El problema, con todo — lo volvemos a repetir— no deja de ser complicado. Nosotros —a fin de poderlo analizar mejor— vamos a distinguir aquí entre el entierro-procesión y la misa de entierro. Dos elementos ie un todo tolavía en vigor en el Rituale Romanum , tit. VII, cap. III,

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