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S. GONZALEZ DE CARREA 79 Sch. recalca la concentración de la eclesiologia joánica sobre la cristologia. Las imágenes eclesiológicas del rebaño y de la vid apun­ tan, ante todo, a la vinculación de Jesús con los discípulos, es decir, con los creyentes. De tal manera que Cristo no es sólo guía y cabeza, sino también centro vital y lazo de unión. El es la única fuente de vi­ da. Gracias a él puede realizarse el nuevo culto «en espíritu y en ver­ dad» (4, 23-24). El cuerpo del Resucitado se convierte para el evan­ gelista en el nuevo templo, el templo escatológico (2, 21). En defini­ tiva, la persona de Cristo, tal como la concibe la fe, es el centro teo­ lógico, a partir del cual la revelación de Cristo, pregonada por la Iglesia primitiva, es repensada de nuevo y descubre su profundidad 54. 2. Los sacramen tos en Jn. Desde la perspectiva del cuarto evangelio, de presentar la fuerza salvífica de Cristo como algo presente en la fe y la vida de los cre­ yentes, es natural que se espere una actitud definida con respecto a los sacramentos, que jugaban un papel importante en la Iglesia pri­ mitiva, según el testimonio de otros escritos neotestamentarios S5. Las posiciones modernas en tomo a esta cuestión son numei'osas, di­ versas y extremas. Bultmann, por ejemplo, defiende una tendencia claramente antisacramentail en el «evangelista». Por el contrario, O. Cullmann cree ver en casi todos los relatos y discursos de Jn. alusio­ nes, referencias a los sacramentos, sobre todo, el bautismo y a la eu­ caristía 56. A Cullmann le siguen algunos autores católicos como B. Vawter, P. Niewalda, D. M. Stanley, etc. La mayor parte de las re­ ferencias sacramentales que estos autores pretenden descubrir se apo­ yan en el simbolismo. Dado que el bautismo y la eucaristía eran algo familiar en las comunidades cristianas, las alusiones simbólicas eran fácilmente reconocibles. La posición de Bultmann y su escuela, contraria al sacramentalis- mo del cuarto evangelio, se apoya en algunas ausencias u omisiones llamativas, como son la del relato de la institución y la de un man­ dato de bautismo, semejante al que encontramos en Mt. 28, 19. Por otra parte, al centrar el «evangelista» su interés en demostrar que la salvación depende de la unión con Cristo, de su aceptación por la fe, el autor crea una atmósfera teológica que parece excluir la existen­ 54. Sch . 145-146. 55. S c h . 141. 56. V éase F . F e rn an d ez Ramos, L os sacramentos en el cuarto evangelio, en Stu- aium Legionense 7 (1966) 11-10 5 .

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