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S. GONZALEZ DE CARREA 75 cípulo, y no Juan, es el verdadero responsable de la segunda, tercera y cuarta etapa. 4) La obra de este discípulo —el verdadero «evangelista»— no puede reducirse a la condición de mero secretario. Unicamente se pue­ de afirmar que en su contribución seguramente se refleja el modo de pensar del maestro. Lo cual es .suficiente para justificar el que la tradición haya atribuido el evangelio al apóstol Juan. Tal es, en bre­ ves líneas, la solución que propone Br. 4S. Sch., al intentar proponer su explicación, se apoya en los resulta­ dos de F.-M. Braun. Este concibe así el origen del evangelio, su com­ posición. El kerigma de Juan cristalizó primeramente en pequeñas unidades literarias. Pasó después bastante tiempo hasta que el mismo Juan se decidiera a crear una obra más amplia. Para ello se sirvió de secretarios y colaboradores, a quienes daba únicamente los hilos principales de su pensamiento, responsabilizándoles en la redacción. Después de algunos preparativos, y en vista de la situación en Asia Menor, tomó como colaborador a un escritor que dominaba el griego y del que depende inmediatamente nuestro texto actual. Este hombre —probablemente un judío de la diáspora— no había terminado aún la obra cuando murió el apóstol, y le dio la última mano. Sch. se contenta con introducir en esta hipótesis algunos cambios interesantes: 1) No es el mismo el autor del evangelio y el autor del capítulo 21 —un apéndice— . Es decir, hay que admitir un redactor final distinto del evangelista. 2) El «secretario» judío-helenista no es sólo responsable del len­ guaje y del estilo. Hay que concederle una mayor independencia. Ha penetrado la materia tradicional —tradición e interpretación apos­ tólica— con su pensamiento y ha conseguido darle unidad de idea y de expresión. Lo que quiere decir que es responsable de la obra en cuanto tal, pensamiento y lenguaje, contenido y forma. Se convierte así, por un lado, en trasmisor de la tradición y de la predicación del apóstol Juan y, por otro lado, es él mismo teólogo y predicador 46. Como se puede observar, la posición de Sch. es muy parecida, en el fondo, a la de Br. Los dos mantienen una estrecha vinculación del «evangelista» con el apóstol, aunque Sch., siguiendo a Braun, parece acentuar más esta dependencia. Y los dos conceden un margen gran­ de de independencia y responsabilidad al «evangelista», autor autén­ tico del evangelio. Por consiguiente, siempre que a lo largo del comen­ 45. B r. C -C II. 46. Sch . 85-86.

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