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7 4 E X E G E SIS CATOLICA Y CUARTO EVANGELIO vincular al apóstol Juan únicamente con el elemento «tradición» o se le debe atribuir también lo que hemos llamado «obra del evange­ lista»? Según la terminología de Br., podemos preguntar: ¿El após­ tol Juan es sólo responsable de la primera etapa — lo mínimo para poder ser considerado autor— o es responsable también de la segunda, tercera y cuarta etapas? Por lo que respecta a la relación posible entre Juan y la tradición histórica que está a la base del cuarto evangelio, hay una grave difi­ cultad, que impide dar una solución clara. En algunos casos, la for­ ma de un relato o dicho, que se supone pertenece al elemento tradi­ cional, se presenta con carácter de más primitividad que la corres­ pondiente sinóptica. Por el contrario, en otros casos, se ofrece mucho más desarrollada. ¿Cómo se puede compaginar un tal desarrollo con la procedencia de un testigo ocular, del que se admite que recuerda exactamente los acontecimientos? En resumen. A la cuestión sobre el origen de la tradición joánica —si procede o no del apóstol Juan— científicamente sólo se puede responder en términos de probabili­ dad ‘M. A su favor está la antigua tradición y la pretensión del mismo evangelio (21, 24). En lo tocante a la segunda, tercera y cuarta etapas, las dificulta­ des de relacionarlas con la obra de un testigo presencial, en concreto el apóstol Juan, son mucho mayores. El proceso formativo que se rea­ liza en estas etapas muy difícilmente se puede atribuir a un testigo ocular. Las probabilidades están a favor de otra solución. En su apoyo tal vez se pueda aducir la tradición antigua, que concede a los discí­ pulos de Juan cierto papel en la composición del evangelio. La hipó­ tesis explicativa de Br. se puede resumir en los siguientes puntos: 1) El Zebedeo es la fuente de la tradición histórica que está a la base de Jn, tradición que ya sufrió algún desarrollo en la predicación misma del apóstol. 2) Los discípulos, imbuidos de su espíritu y bajo su dirección, pre­ dicaron y desarrollaron los recuerdos apostólicos, según las diversas necesidades de la comunidad. El influjo del apóstol perduró sin duda largo tiempo. El evangelio mismo indica que «el discípulo a quien Jesús amaba» sobrevivió a otros testigos oculares. 3) Hubo un discípulo principal que supo imprimir a la tradición joánica su genio dramático y su profunda visión teológica. Y fue la predicación y enseñanza de este discípulo —cuyo nombre desconoce­ mos— lo que dio carácter y forma típica a los discursos y a los rela­ tos del cuarto evangelio, tal como ahora los leemos. Es decir, este dis- 44. B r . c .

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