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68 E X E G E SIS CATOLICA Y CUARTO EVANGELIO gelio» y testigo del mensaje de Jesús. Pero hay que reconocer tam­ bién que en el entretiempo muchas de las más radicales conclusiones de la crítica decimonónica han sufrido revisión 19. Ejemplos, datación más temprana del evangelio y admisión de tradiciones de valor his­ tórico en Jn. Junto a este cambio de actitud en la crítica independiente, se de­ be someter a corrección la visión excesivamente apologética y fun- damentalista que dominó largamente en ia exégesis católica y en el protestantismo conservador, como si todo dependiera de tener en nuestro poder una obra salida de las manos de un apóstol. El caso de Mt. es en extremo instructivo. Sólo en la medida en que considere­ mos a los evangelios como apostólicos en su recto sentido, es decir, en cuanto testigos fieles del kerigma cristiano primitivo, apostólico, pierde interés la cuestión de si fueron o no fueron compuestos direc­ tamente por compañeros de Jesús y testigos de su resurrección, o lo fueron por discípulos de los apósteles o por otros que recibieron di­ cho encargo y escribieron según el espíritu e intención de los após­ toles. En el problema de la autenticidad, visto teológicamente, se trata en definitiva de la autoridad apostólica que hay detrás de los diversos escritos, reconocidos por la Iglesia como inspirados y canónicos. En consecuencia, no se debería plantear sin más el problema en estos términos: ¿Es o no es Juan el Zebedeo el autor del evangelio? Sino se debería preguntar más bien: ¿El cuarto evangelio descansa en una autoridad apostólica, concretamente en el apóstol Juan? Pues el que entre él, Juan, y la forma escrita del evangelio se ponga un pro­ ceso más o menos largo de tipo tradicional y redaccional, no debe ser de mayor importancia para la fe, para la visión teológica del evan­ gelio 30. En el estudio del problema se tienen en cuenta, en primer lugar, los clásicos testimonios extemos, la tradición de la Iglesia antigua. En la valoración de estos argumentos no se aportan novedades. La actitud de Sch. y de Br. coincide fundamentalmente con la de A. Wi- kenhauser31. Esto no obstante, interesa resaltar la sinceridad y el equi­ librio que muestran en la apreciación del alcance de los diversos tex­ tos antiguos. Br. se fija más en las objeciones que se suelen oponer al valor de la tradición eclesiástica sobre la autenticidad joánica, y 29. V éase S. González de Carrera, Problemas actuales en torno al cuarto evan­ gelio , pp. 269 ss. 30. Sch . 60-62. 31. A. Wikenhauser, Introducción al Nuevo Testamento, B a rc e lo n a 1960, pp. 215 ss.

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