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V A L E N T IN MARTINO DE SOTO 11 2) Un decreto de orientaciones generales. Otra de las caracterís­ ticas es que el decreto se ha querido quedar en el plano teórico de los criterios y orientaciones generales. Otra cosa no hubiera sido posible ni acertada, dada la divereidad de institutos, las diferencias de su gé­ nero de vida, y sus distintas necesidades. Por lo demás unos criterios demasiado concretos correrían el peligro de una excesiva rigidez geo­ métrica, a la larga perjudicial. Las intenciones del Concilio van por otro camino, y es por ahí por donde deben venir sus consecuencias y sue frutos. La intención del Concilio no termina en el sentido material de la letra. Propone sencillamente las directrices generales, que deben luego presidir todo un decidido y progresivo trabajo de revisión. Se contenta, digamos, con trazar el camino a seguir, y puntualizar el es­ píritu que debe animar la renovación; lo demás lo deja a futuras de­ terminaciones de la autoridad competente y a las iniciativas de cada instituto 31. A este propósito no debemos olvidar que la vida religiosa debe re­ cuperar la función carismàtica que le corresponde dentro de la Igle­ sia. Afortunadamente, contra los que querían relegar los carismas a la historia de la Iglesia primitiva, prevaleció en el Concilio la opinión de que el elemento caiismático y profètico era esencial también en la Iglesia actual. Y con sobrada razón se señala la vida religiosa como ex­ presión primordial de este carácter carismàtico. Un instituto religioso viene a ser un carisma eclesial institucionalizado, capaz de influir en la marcha de la Iglesia de ima manera constante y eficaz. La vida re­ ligiosa necesita pues tener en la Iglesia cierto margen de holgura y de independencia, por donde pueda irrumpir sin cortapisas el soplo del Espíritu; precisa de fórmulas amplias y suficientemente dúctilee, para poder responder con rapidez y acierto a las exigencias de los tiempos siempre nuevos. No en vano el carisma es por definición inspirador e inquietante; apto también para convulsionar la misma disciplina y vida eclesiásticas. Empuja y actúa generalmente desde abajo, no desde la altura ; si bien es cierto que a la jerarquía eclesiástica le compete la supervisión y dirección de esta vida carismàtica y profètica, como de todas las demás manifestaciones públicas de la vida eclesial 32. El hecho de que, en medio de normas generales, se haya descendi­ 31. C fr. Perfectae ca.rita.tis, n . 1, p. 703, y el motu. proprio "Eccledae Sanctae”, donde se establece que se convoque a l efecto u n c a p ítu lo g e n eral en el té rm in o de 2 ó 3 años (A A S 58 (1966) 776, n . 3). 32. ¿N o p o d ría a rg ü irse a fa v o r de la exención p a rtie n d o del c a rá c te r c a rism à­ tic o de los in s titu to s religiosos? P uede leerse con provecho e l tra b a jo del P . E . S c h ille b e e c k y , O . P ., Collaboration des religieux avec l’épiscopat: Vie consacrée 38 (1966) 79 ss.

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