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8 E L R ELIG IO SO DESPUES DEL CON C ILIO mo un complemento y perfeccionamiento del sacramento del orden. Y es que no basta cualquier estar entre los hombres para ganarlos a la causa de Cristo, sino precisamente estar con ellos en la caridad y por la caridad. «La conjunción de la vida perfecta con el sacerdocio reúne en una sola persona la eficacia del testimonio con el poder ins­ trumental de las potestades jerárquicas; esta unión proporciona una especial eficacia, al ministerio de quien, con la austeridad y la perfec­ ción de su vida, confirma la verdad, la amabilidad, y la eficacia del mensaje que anuncia» 25. En esta elemental panorámica, y bajo la perspectiva eclesial, la vida religiosa aparece maravillosamente enriquecida. Al margen de toda intención apologética, la realidad se ha impuesto por sí misma, llevándonos a conclusiones no siempre las más comunes y umversal­ mente compartidas. Pero era urgente clarificar ciertas cosas un tanto empeñadas en la conciencia e idea de muchos, y, con el Concilio en la mano, salir al paso, ya desde el principio, de interpretaciones em- pobrecedoras de la vida consagrada. Ahora estamos ya mejor prepa­ rados para comprender el alcance y exigencias de renovación que pi­ de a los religiosos el Concilio. Pero había que empezar por aquí, an­ tes de estudiar la inaplazable tarea de rejuvenecimiento y vigoriza- ción de las instituciones concretas. EN TORNO A LA RENOVACION «Piensen los miembros de cualquier instituto que por la profesión de los consejos evangélicos respondieron a la vocación divina, de for­ ma que vivan para Dios, no sólo muertos al pecado, sino también re­ nunciando al mundo. Entregaron toda su vida a su servicio, lo cual constituye una cierta consagración peculiar, que se funda intimamen­ te en la consagración del bautismo y la expresa en su totalidad. Y co­ mo esta donación de sí mismo ha sido aceptada por la Iglesia, sepan que también han quedado entregados a su servicio» 26. Difícilmente encontraríamos palabras más exactas y concisas para percibir la di­ mensión teologal y eclesial del religioso, su dignidad, y las metas que le aguardan dentro del ser cristiano. Pero es justamente ahora, al pasar de lo teórico a lo práctico, de la idea a su realización, cuando se acumulan las dificultades con peligro 25. S eb astian A g u ila r , F ., C . M . F ., La vida de perfección en la Iglesia. M a d rid 1963, 389. 26. Perfectae caritatis, n . 5, p. 704.

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