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ó E L R ELIG IO SO DESPUES DEL CO N C ILIO dos los miembros de la Iglesia a cumplir sin desfallecimiento los de­ beres de la vocación cristiana» I2; ...«el estado religioso... da testim o ­ nio de la vida nueva y eterna conseguida por la redención de Cristo, y preanuncia la gloria del reino celestial; ...p on e a la vista de todos, de una manera peculiar, la elevación del reino de Dios sobre todo lo terreno y sus grandes exigencias; demuestra también a la humanidad entera la maravillosa grandeza de la virtud de un Cristo que reina y el infinito poder del Espíritu Santo que obra maravillas en su Iglesia» l3. — La variedad de los institutos religiosos contribuye a « manifestar la multiforme sabiduría de Dios» u. La castidad es «una señal caracte­ rística de los bienes celestiales» 15; la pobreza «un signo de Cristo, hoy sobre todo muy apreciado» 16; la unión de los hermanos « manifiesta la venida de Cristo» 17. — En territorio misional ya desde el principio es necesaria la vida religiosa «que no solamente proporciona a la actividad misionera ayu­ das preciosas y enteramente necesarias, sino que por una más íntima consagración a Dios, hecha en la Iglesia, manifiesta claramente y sig­ nifica la naturaleza íntima de la vocación cristiana» 1S. Los institutos de vida contemplativa « dan un testimon io precioso entre los no cris­ tianos de la majestad y de la caridad de Dios y de la unión en Cristo»; los institutos de vida activa deben ser «un testim on io acomodado al espíritu del evangelio y a la condición del pueblo» ,5. Basta esta selección de textos conciliares para percatarse un poco de la nueva panorámica en que el Concilio sitúa la vida consagrada 20. Así especificada, la vida religiosa, y en particular cada comunidad y 12. Ibid., n . 44,p. 50. 13. Ibid., n . 44,p . 51. 14. Perfectae caritatis, n . 1 : A A S 58 (1966) 702. 15. Ibid., n . 12,p . 707. 16. Ibid., n . 13,p . 708. 17. Ibid., n . 15,p . 709. 18. D ec r. Ad gente?, n . 18: A A S 58 (1966) 968. 19. Ibid., n . 40,p . 988. 20. E l P . R a h n e r, con su habituai! persp icacia e in tu ic ió n teológica, y a an tes del C o n cilio h a b ía o rie n ta d o su especulación sobre la v id a relig io s a en esta m ism a direcció n . «L a Ig le s ia , dice, n o puede asegu rar su presencia e n la h is to ria ú n ic am e n ­ te p o r el a n u n c io d e la P a la b ra y la d is trib u ció n de los sa cram entos. E n este aspecto, e lla no sería sino e l signo de la g rac ia o frec id a p o r D ios. P ero debe ser tam b ié n el signo de la g rac ia escatológicam ente victo rio sa y e fe c tiv am e n te v iv id a . Y lo es en e fe cto , m ás e n sus carism as que e n sus in stitu cio n es , en la m e d id a en que este aspecto pueda re a lm e n te co ncretizarse y m a n ife s ta rs e en la dim ensión social e h is­ tó ric a de la m ism a Ig le s ia . E s prec isam e n te lo que acontece en la v id a según lo 6 consejos evangélicos» (T h e o lo g ie de la vie religieu se, en Les religieux aujourd’hui et demain. P a ris 1965, 83-84).

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