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26 E L R ELIG IO SO DESPUES DEL CON C ILIO gente, m ás madura. Sin esto sería imposible, peligroso al menos, ca m inar por los cam inos de la libertad. En fin, de un modo o de otro es de esperar que la marcha no se de tenga, y todos los institutos sigan el cam ino de la renovación y adap ta ción abierto por el Concilio. Para ello es urgente man tener en estado de alerta una «conciencia posconcillar». Esa fue justamente la gran preocupación de Pablo V I, al avecinarse la clausura oficial del Con cilio. «El m om en to es propicio, exhortaba el Santo Padre al episcopado de Iberoamérica; el Concilio ecumén ico ha suscitado un fuerte des pertar de energías que hay que saber alim entar y poner en acción; ha provocado una expectación ferviente en el público, que no pode mos defraudar» 73. Por parte de los religiosos esta «conciencia posconciliar», o lo que es lo m ismo esta voluntad de renovación, debe estar sostenida por la meditación asidua de los decretos, en orden a descubrir todas sus ocul tas riquezas; y sobre todo, por la oración constante, para no pisar en falso, cuando de los principios se descienda al terreno de la práctica. Sólo a través de la oración perseverante y de la dúctil aquiescencia al soplo del Espíritu conseguirán paulatinamen te los institutos de vida consagrada una manera m ás eficiente y real de vivir el evangelio de Cristo entre los hombres. Porque esta e s la meta, y las esperanzas de alcanzarla son grandes, la Iglesia no regatea los m ejores elogios: «La Iglesia os ama, sobre todo porque habéis elegido el estado religioso, porque habéis escogido la m ejor parte, que en n ingún m om en to se os quitará. Vuestra vida sign ifica en efecto búsqueda de Cristo; el Cristo colocado en el vértice de todos vuestros pen sam ien to s; el Cristo vivido y atestiguado en el m u n d o ; el Cristo visto y servido en vuestros her manos» 74. Tampoco esta vez debemos decir que el Concilio se haya realmen te clausurado; el Concilio continúa en sus inspirados decretos, invi tándonos a no do rm im o s en un con form ismo fácil. Sus inquietudes, sus aspiraciones, sus ansias de mejora, deben penetrar como una lan ceta el ánimo de los religiosos, y obligarles a una continua vigilancia. M á s que otro cualquiera, están llam ados a espiar atentos «el paso del Señor», los que por profesión se han comprometido a seguir m ás de cerca sus pasos. V a l e n t í n M a r t in o d e S o t o , o . f . m ., c a p . PP. Capuchinos - León 73. L'Osservatore Romano, 25-11-65, p . 1, c. 2. 74. L’Osservatore Romano, 18-5-66.
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