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V A L E N T IN M ARTINO DE SOTO 2 5 especializada, sea en ciencias hum anas o eclesiásticas, de cara a su futura actuación. Por formación hum ana entendemos im a formación que le lleve al m ejor conocim iento posible de la realidad del hombre, tan to en su historia, como en su actual problemática. Sería la mejor manera de estar preparado para comprender el mundo en que le ha tocado vivir. El problema de las ciencias sagradas es demasiado com ­ plicado para despacharlo en pocos palabras. Baste, por el momento, indicar que es necesario actualizar el esquema tradicional. Sería de desear que estos estudios se organizaran, teniendo en cuenta la pro­ blemática y mentalidad del hombre de h oy ; con una mayor conexión en tre lo formal de la teología y las respuestas filosóficas, sociales y aun teológicas a los problemas contemporáneos. Por ú ltim o el religio­ so debe recibir una formación especializada, que le capacite para una determ inada tarea. Dada la amplitud y complicación de las ciencias en la actualidad, es imposible hacer una enciclopedia de cada mente ; aprem ia pues el acotar el campo de nuestra actuación mediante la conveniente especialización. Tampoco aquí resuelve n ingún proble­ ma el peonaje amorfo. Se necesitan verdaderos especialistas tan to en ciencias profanas como en ciencias eclesiásticas. Cuando esto se con ­ siga contaremos con religiosos más útiles a la Iglesia, m ás leales a sus compromisos, y m ás satisfechos de si m ismos y de las tareas que de­ sarrollan. c) Religiosos menos violentados por esa mu ltitud de pequeñas prescripciones, que tan tas veces resultan pesadas, entorpecen el ca­ m ino, y hasta achican el espíritu. No siempre está en proporción, ni mucho menos, la cantidad de leyes con su eficiencia. Se debe cam inar con cautela, sí, pero con decisión, a la conquista de cierta libertad responsable, como actitud fundam en tal del consagrado. Ello exigirá que los criterios selectivos sean más rigurosos. Es necesario que vaya cediendo pau latinam en te el afán de competencia numérica, en bene­ ficio de un a selección cualitativa, que es la que de veras interesa. Dado su carácter carismàtico, la vida religiosa sólo se comprende para se­ lectas minorías. Siempre han sido m ás eficaces las m inorías selec­ tas que la mu ltitud incolora y rutinaria, cuando no vividora. T en ­ gamos además en cuenta el inmenso valor del testimonio, hoy más importan te que las m ismas palabras. Las masas descristianizadas no se convertirán por el estudio personal de los problemas; a éstas sólo les queda m irar y ver ; m irarnos y v em o s a nosotros. Y es bien seguro que sólo el espectáculo de minorías de sacerdotes y religiosos e jem ­ plares por su consagración, por su entrega, por su d inam ismo apostó­ lico, les cautivará y hará volver a Dios. Todo ello está pidiendo una cuidadosa selección, aunque sea a costa del número. Y con la selec­ ción una formación m ás integra, más seria, más profunda, m ás exi

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