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24 E L R ELIG IO SO DESPUES DEL CO N C ILIO mente desfasadas las instituciones del tiempo en que viven, no hubie­ ra merecido la pena tan to derroche de palabras, y tan to impulso so­ brenatural por parte del Espíritu. Ciertamente es difícil adivinar, ya desde ahora, cual será el logro final de estas orientaciones conciliares que se están poniendo en m a r­ cha. Sobre todo teniendo en cuenta que tardarán muchos años en dar pleno resultado. Una institución no se pone en movim iento con la m is­ m a facilidad, y sin tan ta s complicaciones, que un individuo; máxime cuando se ha de remontar una fuerte corriente hecha de comodidad y de nostalgia. Por lo demás tampoco es recomendable en esta ocasión la excesiva prisa ; originaría vaivenes y convulsiones peligrosos para la estabilidad de las instituciones; dificu ltaría además ver claro los cam inos a seguir. Vamos sin embargo a otear un poco los nuevos ho­ rizontes, que se anuncian den tro del clima posconciliar, tratando de determinar las características más originales de los futuros religiosos. Si la realidad que hoy vislumbramos no llegara a cumplirse, quede al menos como un sincero deseo el querer que los religiosos de «después del Concilio» sean : a) Religiosos m enos individualizados en lo externo de los demás hombres. Los hombres de estos tiempos no se dejan tan fácilmente im ­ presionar por unas apariencias más o menos interesantes y hasta con­ movedoras. Lo externo tiene hoy menos valor que en otras épocas; y el pretender aferrarse desesperadamente a ciertos atuendos pue­ de causar un efecto contrario del que se pretendía: que lejos de con ­ mover, ciertos aspectos externos se conviertan sólo en objeto de cu­ riosidad para turistas. Nunca ha sido más verdad que efn estos tiempos aquello de que el hábito no hace al m on je. Sólo la m áx im a lealtad posible en el diario quehacer a las exigencias del ser de consagrados, sólo las obras, en una palabra, acreditarán esa consagración, mere­ cerán estima, y tendrán eficacia ante los hombres de hoy y de los tiempos venideros. Cierto pintoresquismo en los religiosos tendrá pues que desaparecer a cambio de una mayor autenticidad. b) Religiosos m ás entregados a su misión y a su vida; m ás centra­ dos cada uno en la tarea que le ha sido encomendada según las cua­ lidades personales y las necesidades de la Iglesia; más adaptados en fin para sus ocupaciones peculiares. Esto ú ltimo plantea el grave pro­ blema de la nueva formación que se ha de dar a las generaciones pos­ conciliares. Y es que la formación excesivamente uniforme e incolora de otras épocas ya no va para los tiempos nuevos. Un punto de vista m ás pastoi'al, más apostólico debe ser como el aima que anime toda la formación científica del joven religioso. El religioso posconciliar debería recibir necesariamente una triple fo rm ación : humanista, teológico-eclesial, y asim ismo una formación

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