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2 2 E L R ELIG IO SO DESPUES DEL CO N C ILIO tar sus iniciativas, de suerte que el resultado final sea un poco la labor con jun ta de todos. Dentro de este apartado en ca ja asim ismo el problema de la un i­ form idad de clases en los conventos de religiosas. Expresamente se dice que «si las circunstancias no aconsejan otra cosa hay que pro­ curar que en los institutos de mu jeres se llegue a una sola categoría de hermanas» 69. Y añade que «no se ha de conservar m ás diversidad de personas que la que exija la diversidad de los empleos que las her­ m anas desempeñan por especial vocación de Dios o por su aptitud per­ sonal». Cualquiera ha oído seguramente comentar, m ás de una vez, esas diferencias de clases entre religiosas, que chocan con el más ele­ m en ta l sentido evangélico de la dignidad hum ana y de la auténtica hermandad. No podemos negar que el Concilio no haya sido su ficien ­ temente explícito a la hora de poner remedio al mal. e) El problema del hábito. Es este un problema pequeño, si se quie­ re, pero que estaba ya en el orden del día. Nada pues de extraño, si el decreto le concede en exclusiva todo un número. El vestido es un modo de expresarse socialmente la persona ; el h á ­ bito debe pues conservar ante tos demás el valor de ser «señal de con ­ sagración» . Conservando su valor de signo, debe expresar de un modo apropiado y directo la presencia del reino de Dios en el mundo ac­ tual, siendo «sencillo, pobre y a la vez decente» 70. Parece ser que, aun conservando su calidad de «signo de consagra­ ción», debe mantener una fundamen tal homogeneidad con la indu ­ mentaria de la época. Cabe dar este alcance a la expresión «convenien­ te a las exigencias de la salud y acomodado a las circunstancias de tiempos y lugares». De hecho así ha sucedido norm alm ente en la h is­ toria, aunque luego ocurriera una paralización y un estancam iento. Lo arcaico no es por sí m ismo sinónimo de religioso. F inalmente el hábito debe acomodarse a las «necesidades» del apostolado». Y a se sabe que por este motivo pueden ocurrir situaciones y circunstancias que aconseje® hasta la supresión del mismo. Hay todavía una segunda vertiente desde la cual caben asim ismo adaptaciones al imperativo de los tiempos; nos referimos a ciertas adaptaciones por exigencias del apostolado. El Concilio es en esto ter­ 69. Ibid., n . 15, p . 710. 70. Ibid., n . 17, p . 710.

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