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V A L E N T IN MARTINO DE SOTO 21 — Se propone el trabajo como base del sustento. ¿Hasta qué pun to puede justificarse la mendicicación en los tiempos actuales? — La pobreza debe extenderse también a los bienes y actividades colectivas. «Los m ismos institutos han de esforzarse en dar testim o n io colectivo de pobreza» 65. Y m ás adelante reprueba «toda apariencia de lujo, de lucro inmoderado y de acumulación de bienes». Pablo V I va más lejos, añadiendo una declaración digna de a tención ; y es que se han de tener en cuenta las circunstancias del lugar en que está en clavada una determ inada residencia. A nadie se le ocu lta que la c a suística de aplicaciones podría ser abundante. Padecíamos necesidad de que se cargara un poco la atención sobre lo colectivo y social. Por que resulta que hay sus antinom ias. A veces, por ejemplo, se quiere compaginar una lucha sin tregua contra el amor propio de la persona, m ientras se procura fom en tar de muchas maneras una especie de or gullo de clase con respecto a la orden o institución a que se pertenece. En conexión íntima con la pobreza está la comunicación generosa de bienes, incluso fuera de los lím ites de la propia comunidad. «Los institutos destinen gustosos algo de sus propios bienes para otras n e cesidades de la Iglesia, y para sustento de los necesitados, a quienes todos los religiosos han de amar en las en trañas de Cristo» 66. c) Dignidad de la persona humana. Suena ya a tópico hablar de la dignidad de la persona. Pero dígase lo que se quiera, es una conquista de nuestro tiempo, y no podía menos de tenerse en cuenta en una re organización de la vida religiosa. Se echa ello de ver, sobre todo, en las disposiciones acerca de la obediencia. E-1 Concilio no oculta en este punto sus preferencias por la obediencia que hoy llam am os dialogada, «promoviendo una subordinación voluntaria» 67. d) Democratización. También esta palabra despierta misteriosas resonancias en los oídos de nuestros contemporáneos. Y por supuesto, mal se aviene con este clima cierto tipo de superiores de otros tiem pos tan poseídos de su superioridad. Los superiores, según el Concilio, n o pueden ni deben ser demasiado autónomos. «Ejerzan su autoridad con espíritu de servicio a los hermanos, de suerte que m an ifiesten la caridad con que Dios los ama» 6S. El ejercicio de la autoridad n o puede ser en n ingún m om en to fruto del capricho. Aunque corresponda a los superiores la última decisión, deben escuchar a sus súbditos, y acep 65. Ibid., n . 13, p . 708. 66 . Ibid., n . 13, p . 708. 67. Ibid., n . 14, p . 709. 68 . Ibid., n . 14, p . 709.
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