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P E L A Y 0 DE ZAM A Y O N 331 tione: illum enim non habet de se nec in se sicut sensibilis. Unde Ecctí., 17, 1; «Fecit Deus hominem ad suam imaginem, et iterum con­ ver tit illum in ipsam». Unde quod est ei principium est ei finis, et ita supra se habet finem: quod est enim ad imaginem numquam termi- natur ad se, sed ad illud cuius est imago: et ideo necesse est quod habeat ailiquid Sibi impressum tamquajm regulam perveniendi ad finem. Illud autem appellamus legem naturalem regulantem ipsum in operatione boni» so. «Lex naturalis quae est exemplum, indita animae ad cognoscen- dum quid faciendum et quid non» 51. Dar, pues, una definición de ley natural resultaba desde entonces muy fácil, sobre todo para un autor franciscano: habría bastado copiar, corrigiéndolo, alguno de los textos referidos. ¿Por qué, pues, no da el Doctor Sutil una definición explícita de dicha ley? A esta pre­ gunta contesta ingeniosamente el escotista P. Graciano Budzik: Por dos razones; primera, porque su espíritu, más bien dialéctico-crítico, no gustaba de ellas; y segunda, porque tal vez ya en su tiempo su­ cedía algo parecido a lo que acontece en el nuestro: que entre filó­ sofos, teólogos y jurisperitos se dan tantas definiciones y descripcio­ nes de ley natural, que no es fácil decidir cuál de ellas es la verda­ dera, exacta, completa y preferible, aunque todas sean similares 52. El requisito esencial, según Escoto, para que pueda decirse que un mandamiento pertenece a la ley natural, es que se imponga a todas las conciencias sin distinción —o mejor, sin excepción— en cuanto al tiempo, al lugar, a las costumbres y capacidad mental, con claridad absoluta, inmediatamente y con toda certeza 53. Tal ley existe: su vigencia es reconocida aun entre los paganos. Escoto lo da por sabido en numerosos pasajes. Baste un ejemplo: «Gens sine lege, erat sibi lex viventes secundum legem naturalem, potest dici quod quamvis non habebat legem scriptam mosaicam, habebant tamen in corde legem, et bene vivebant, sicut boni gen­ tiles» M. En la ley natural importan, sobre todo, los primeros principios prácticos, que la mente adquiere de modo análogo a como se forma los primeros principios especulativos, con la sucesiva y jerarquizada cooperación de las tres operaciones de la mente humana: Abstrac­ 50. Ibidem, p. 340 ad 5. 51. Ibidem, p. 341. 52. De conceptu legis ad mentem Joannis Duns Scoti, Burlington, Wisconsin (U. S. A .), 1954, p. 31. 53. Ox. III, d. 37, q. un., n. 14 (X V , 851a). 54. Rep. Par. II, d. 28, q. un., n. 11 (X X I I I, 141ab). Et passim.

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