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330 LA LEY NATURAL EN LA FILOSOFIA DE ESCOTO y el primer mandamiento: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, etc.» (Mat. XXII, 37-38). Por lo tanto la obligación —mejor, la ley— depende no de que Dios sea bueno ab aeterno, sino de que libremente se determine a crear. Si nada hubiese creado, no existiría ley alguna, ni temporal ni eterna. La que de hecho existe es, pues, temporal, como tempora les son los seres para quienes se promulga y a los que obliga. Quizá otra razón por qué en la filosofia escotista no se hable con propiedad de «ley eterna», sea ésta: La ley que se establece para las criaturas racionales puede dispensarse y hasta cambiarse, como vamos a ver en seguida. No faltan, sin embargo de esto, algunos escotistas que sostienen que también Escoto admite la ley eterna com o los demás escolás ticos tras las huellas de san Agustín 47. Pero su razonamiento no parece muy convincente, y quizá sea debido a cierto afán concordís- tico, que, aunque pueda ser laudable, no siempre es correcto. La ley natural. Escoto no da una definición explícita de ella, a pesar de lo fácil que le resultaba en vista de los textos de Alejandro de Hales a este propósito. En la citada Summa pueden leerse, entre otros, los si guientes: «Dicendum quod lex naturalis est, sicut dicit Apostoms (Rom. 2, 14) et in creatura rationali. Nam sicut cognitiva habet principia veri sibi innata et notionem illorum, sicut hoc: «Omne totum est maius sua parte» et «De quolibet afirmatio et negatio», ita et motiva regu- lam habet sibi innatam, per quam regulatur in bonum; hanc autem appellamus naturalem» 48. «Notio autem legis aeternae impressa animae nihil aliud est quam ipsa lex naturalis in anima, quae quidem est similitudo et imago ipsius divinae legis et divina bonitas in anima. Unde lex naturalis est notio legis aeternae impressa in anima. Sicut imago quae est in sigillo..., Ita est hic, quia lex aeterna est imprimens, lex naturalis est impressa animae» 49. «Sed rationalis natura Habet finem determinatum supra seipsam quemadmodum suum principium, finem dico que habet de sua inten- 47. D e L agarde G ., Naissance de l’esprit laïque au déclin du moyen-âge, Paris, 1942, p. 311. 48. Summa TKeolog., L. III, pars II, inq. II, q. I, t. IV , p. 338. 49. Ibidem, p. 340 ad 2.
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