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2 9 2 H AC IA ÜN A F E N O M E N O L O G IA DEL AM O R . sadores cristianos. Tal vez ni ellos mismos se percataron de la diver­ sidad y contraste de estas corrientes. Y de aquí sus fórmulas fácil­ mente interpretables desde puntos radicalmente distintos. ¿No ha di­ cho el mismo A. Nygren que la teología del amor señala en Santo To­ más un momento culmen del infausto influ jo aristotélico en la teo­ logía y, por lo mismo, de la secularización y mundanización de la misma? No podemos a estas alturas de los conocimientos históricos limi­ tarnos a rechazar este ataque, viendo en la actitud de A. Nygren una expresión del repudio absoluto que la mentalidad luterana ha man­ tenido frente a la utilización de Aristóteles por la teología. Hay que dar más hondura a nuestra réplica. Y esta hondura nos vendrá de la misma historia, no interpretada rectamente, a nuestro juicio, por A. Nygren. Inicialmente ya podemos argüirle que ni todo amor es eros en el pensamiento griego, ni todo amor es agave en la mentalidad bíblica. La temática del amor es muy rica y no puede encuadrarse en esquemas demasiado estilizados. Intentemos, por nuestra parte, acer­ carnos a esta riqueza. 2. Precisando conceptos. Dejando de mano matices del amor, finamente expresados por las palabras griegas ” sto r g e = am o r -c a r iñ o ” , ” v o th o s= am o r -a ñ o ra n za ” , nos parece necesario distinguir, desde el punto de vista histórico, cinco aspectos distintos del mismo que, como hilos mentales, van a urdir el trenzado de su historia. Reducir toda la temática del amor a Eros y Agave, como hace A. Nygren, es condenarse anticipadamente a un fracaso en la interpretación de la historia del mismo. Estos cin­ co aspectos, a quienes damos nombre latino para facilitar filiaciones históricas, son los siguientes: 1) amor concuviscentiae\ 2) amor li- bera lis ; 3) amor com v la c en tia e ; 4) am or arrúcitiae\ 5) amor justitiae seu ordinis. Analicemos estos amores en conexión con sus fuentes históricas respectivas. 1) Am or concuviscen tiae. Es el amor radicalmente indigente y necesitado. Es el viejo eros que halla en Platón su filósofo clásico y que puede ser celestial y divino, h ijo de la Venus Urania, o terreno y vulgar, h ijo de la Venus Demótica. El cristianismo tuvo inicial re­ pugnancia a este amor, tan fácilmente ligado al desorden en su pro­ yección terrena. Pero en su significación primera, es decir, como amor 11. O. c., p p . 515-516.

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