PS_NyG_1966v013n002p0289_0314

E N R IQ U E R IV E R A DE V E N T O S A 30 7 o p o n e r se al pensam ien to griego sino que edificó sobre él al realizar la síntesis del e ro s y a gap e, síntesis que «Lutero v ino a romper» — tén ­ gase esto en cuen to al en ju iciar obras com o la de A. Nygren— , lo p o ­ demos igualmente afirmar de la interpretación del am o r libe ralis 4S. En su más esp lénd ida realidad este amor es un m ensaje bíb lico que tiene su m e jo r com en tario en las imágenes del Buen Sam aritano y del Buen Pastor. Pero ya la in tu ición p la tón ica había entrevisto este bello panoram a del am o r libera lis en la más alta de todas las ideas: en la idea de Bien. Duns E scoto recoge estos diversos in flu jos. Y , si bien es cierto que su origina lidad en el análisis de los con ceptos que vamos exam inando n o es extraord inaria, n o deja de maravillar la riqueza de su con ten ido y su capacidad para recib ir nuevas aclaraciones y complementos. S i ahora, al finalizar nuestro análisis del am o r liberalis lo com pa ­ ramos c on el a gap e, advertimos al instante que se trata de una de las dos vertientes de este amor cristiano. La obra vertiente es la que ofrece el am o r c om p la c en tia e . Sobre esta vertiente vamos a reflexionar en nuestra ú ltima búsqueda fen om en ològ ica del amor. 6. R e sp u e s ta ai «am o r liberalis» d iv in o : el «.amor c om p la c e n ­ tia e» h um a n o . Los tres reinos; de la naturaleza, gracia y gloria proclam an las ri­ quezas infin itas de la liberalidad de Dios para c on el hombre. Es obv io que a l llegar aquí n os preguntemos : ¿Cuál deberá ser la res­ puesta que e l hom bre ha de dar a la inm ensa bondad divina? ¿Man­ tendrá ima actitud meramente pasiva ante los innumerables regalos de esa bondad? Que la, creatura irra ciona l n o tome con cien cia del don que se le hace, que n o re con ozca el beneficio recib ido, n o es de admirar. Sobre­ pasa e llo su capa cidad física. Péro que el hombre, con una in teligen ­ cia abierta a estos mundos de maravillas espirituales y con una volun ­ tad en tensión hacia bienes infinitos, n o salga de una m era actitud pasiva y receptiva, carece de sentido. Y lo que es peor: es una suma inmoralidad. Lo digno, lo recto por parte del hombre es volverse a su b ienhechor, es reconocer los dones recib idos y tra tar de alguna m a ­ nera en corresponder a, ellos. Pero, ¿qué corresponden cia cabe en el hombre respecto de Dios? Ante e l don hum ano la corresponden cia es fá c il para el corazón 4 8 . J . L . A r a n g u r e n , E tica . M a d r i d , 1 9 5 8 , p p . 3 1 1 -3 1 2 .

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz