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2 2 2 EL «MYSTERIUM CHRISTI» DEL VATICANO II visible y lo invisible, «todo ha sido creado por medio de El y para El... Y todas las cosas tienen en El su consistencia» (Ibid., 16 ss.). Al m ismo tiempo el M is te rio de C ris to adquiere dimensión transtemporal, m eta- h istórica y cuasi-m eta física : «El es la imagen del Dios invisible, p ri­ m ogén ito de la creación entera, com o que en El fueron creadas todas las cosas en los cielos y sobre la tierra. Porque en El tuvo a bien Dios que morase toda la plenitud» (Col. 1, 15-16. 19). «En El hab ita la ple­ n itud de la divinidad corporalm ente» (Ibid. 2, 9). El ser Jesús e l «pie- roma» quiere decir que en El se centra la energia divina salvadora del mundo. De esta form a la persona de Jesús no es únicamente la en ca r­ nación h istórica y visible de la eterna y secreta d e c is ió n del Padre, sino que tal decisión en su preexistencia eterna, antes de los siglos y de que el tiempo se pusiese en marcha, tenía por con ten ido a este Jesús que ahora se d e jó ver visiblemente. Además, la d e c is ió n le cons­ tituye a Jesús n o sólo en salvador de los hombres, sino también del cosmos entero, en la med ida en que el cosmos puede ser y es una coartación o fuerza adversa que tiende a fustrar la libertad espiritual que Cristo nos da 5. También la carta a los Efesios tiene com o tema central el M is te rio de C risto . Desde la eternidad, antes de la fundación del mundo, existe la decisión amorosa del Padre de bendecirnos, elegirnos, predestinarnos en Cristo para alabanza de su gloria (Ef. 1, 3-14). La redención por su sangre, la pred icación del evangelio, la recepción del bautismo y del sello del Espíritu en el bautismo son una revelación y notificación y hasta participación del «m isterio de su voluntad», que quería reca­ pitular todas las cosas en Cristo (Ibid. 3-14). Con estas afirmaciones entra Pablo en el tema de la Iglesia com o con tinuación del Misterio de Cristo (Ef. 1, 15-23; 2, 1-22). El cap. III está dedicado a Pablo m ismo com o «pregonero del Misterio» (Ef. 3, 1-13). Finalmente, toda la vida cristiana, nuevo vivir y comportarse en Cristo, se hace derivar del h ech o de que los cristianos han en trado en el misterio, al ser coherederos y m iembros del Cuerpo de Cristo (Ef. 3, 6; Cfr. Ibid. 2, 18-22; 3, 16 ss.; 4, 1-16). Toda la vida m oral cristiana, aun en sus exigencias más concretas deriva de aquí: del h ech o de estar in c o r­ porados al M is te rio de C ris to por el bautismo. No podem os hacer un análisis más deten ido sobre el M is te rio de C ris to en san Pablo. Lo d ich o nos bastará para dar base a las refle­ 5. Para estudiar las repercusiones del M isterio de Cristo en el cosmos puede ayudar el pequeño estudio de H. R e d l i n g e r , El dominio cósmico de Cristo, en Concilium, 11 (1986) 108-126; sobre todo por la bibliografía que cita.

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