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ALEJANDRÓ de VILLALMONTÉ 2 6 5 La doctrina de Escoto en este punto es suficientemente conocida: Es una mera consecuencia de su doctrina general sobre la predesti­ nación absoluta de todos los predestinados: Lo primero que Dios quiere para todos los predestinados es la gloria, y luego lo que es necesario para la gloria: dones sobrenaturales y naturales. La per­ misión del pecado, tanto en tos que se han de salvar como en los otros, viene como algo posterior y accesorio en los planes divinos. No hay dificultad en admitir que la misma permisión del pecado en los predestinados está subordinada a la predestinación, como lo está la gracia y la naturaleza con todo lo que ellas implican. Esto tiene aplicación del todo especial y sobresaliente en el caso de Cristo': El alma humana de Cristo es lo primero querido por Dios, como amante y glorificador supremo de la bondad infinita: D eus v u lt d ilig i ab a lio summ e l En consecuencia, Cristo es el « Summ um Opus Dei», el «Sum­ m um B o n u n um in en tibus» . A Escoto le parece que sería introducir un desorden en el amor de Dios, infinitamente razonable, liberal y recto —- Deus est o rd in a tis s im e vo len s — si se admite que el bien su­ premo ad extra, cual es el acto de caridad y glorificación que Cristo ejerce, en lo sustantivo de su ser o no ser, dependiese de la existencia o no existencia del pecado adamítico (ver la p. 231 ss.). Por desgracia hay que mencionar aquí la impertinente cuestión del «utrum si homo non peccasset Verbum incarnatum fuisset». Como corolario de otros temas más hondos y como «elegante cuestión esco­ lástica» podría admitirse. Pero esclarece muy poco el Misterio* de Cristo. Cuando se trate, hay que hacerla venir de principios teoló­ gicos superiores y desde allí dar la respuesta, si se quiere. Para determinar las relaciones entre Cristo y la permisión del pecado, según Escoto, hay que tener en cuenta estos principios ya expuestos en páginas anteriores. El concepto escotista como de Dios como C a rid a d , dando al con­ cepto un contenido no sólo histórico-salvífico y relacional, sino tam ­ bién un contenido! óntico. De aquí se deriva la doctrina escotista sobre la predestinación, con esa tan intensa decisión de mantener la realidad de la libertad, gratuídad, trascendencia, liberalidad e indepenencia el amor carita­ tivo de Dios a las creaturas. Aparte de estos conceptos trascendentes y mirando el problema desde la realidad existente y concreta de la Historia de Salud, Escoto cuenta con la figura grandiosa de Cristo como Summ um Opus Dei, Summ um B on um in en tibu s. Entonces la prevalencia, superioridad y valiosidad sobrenatural de Cristo sobre el pecado y sobre la misma gracia redentora que se da a los hombres, aparece con toda nitidez: No puede admitirse que

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