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por e í que debe discurrir un estudio en este sentido, si quiere ser completo. ALEJANDRÓ DE VILLALMÓNTÉ 2 6:5 IV. EL MISTERIO DE CRISTO Y EL «MISTERIO DE INIQUIDAD» Hablando del Misterio' de Cristo es inevitable hablar también del «Misterio de iniquidad». Después de prevenir a los fieles de Tesaló- nica y de anunciarles la venida del «hombre de pecado», el anticristo y el antidios, termina : «Porque el misterio de Iniquidad ya está en acción; sólo fa lta que el que lo detiene ahora, desaparezca del me­ dio» (2 Tes,. 2, 7). Las fuerzas satánicas que operan contra el Reino de Dios en tantos textos del N. Testamento', son llamadas aquí «Mis­ terio de Iniquidad». Más aún, todas, las fuerzas del mal se personifi­ can en el «hombre de pecado», que la tradición cristiana posterior ha denominado muy acertadamente «Anticristo» : Como si hubiese un secreto' paralelismo' entre Cristo y su enemigo por antonomasia. El Misterio de 1a, voluntad del Padre, según vimos, se centra y concre- tiza, en el Misterio' de Cristo, ya, que todas las decisiones salvadoras de Dios respecto a los hombres se resumen en esta, primera: Cristo. En forma análoga, aunque contrapuesta, todas las fuerzas del mal que operan en el mundo' frente a la Salvación de Dios, se concentran y personifican en el «hombre del pecado», el Anticristo que, por ello mismo, se convierte en un «Misterio de iniquidad». Se llama M is te rio de in iq u id a d a la decisión divina de permitir, al mismo tiempo' que despliega su fuerza salvadora, la fuerza, del peca­ do', contraria a Dios y a Cristo, Salud de Dios. Como todo el N. Testa­ mento', también Pablo presenta a Cristo en lucha con los poderes del mal, con el pecado» y sus diversas; manifestaciones. La lucha entre Cristo y el Misterio de iniquidad está ya en marcha ; sin embargo, tiene un esencial y primario contenido escatològico: Se desplegará en los últimos tiempos y terminará con la victoria plena de Cristo. Es importante señalar en el N. Testamento y especialmente en san Pablo' la presencia del Misterio de iniquidad al lado del M is te rio de C ris to . No se ofrece en el N. Testamento una problemática com­ pleta de las relaciones entre el pecado» y Cristo en su acción salva­ dora; pero», es imposible comprender a Cristo, su acción, su M is te rio , en una palabra, sin tener en cuenta la existencia del pecado, del Misterio de iniquidad que opera frente a Cristo. Sin entrar en ulte­ riores determinaciones podemos decir que en san Pablo, en todo el N. Testamento', la relación principal entre el pecado y Cristo viene determinada por el hecho del pleno sometimiento del pecado a Cristo y la plena derrota, escatològica de los poderes del mal (Col. 2, 13-15; 4

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