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2 6 0 EL «MYSTERIUM CHRISTI» DEL VATICANÒ II divinos». Para la recta inteligencia de esta terminología se supone que no hemos olvidado del todo los procedimientos de la teología escolástica, clásica. Estos análisis de psicología divina creemos que están justificados, en lo fundamental; mientras no se abuse del an­ tropomorfismo que es inevitable en tales casos. Cuando, hablamos de primero y segundo*, de diversidad de signos en Dios, siempre tenemos que tener cuidado de no olvidar la abso­ luta simplicidad divina: Un único querer, identificado con su esen­ cia, en que Dios Trino decide la, multitud de cosas y acontecimientos que han de diversificarse al entrar en la existencia, manteniendo siempre la unidad final que les da la intención divina primera, que se­ gún Duns Escoto es e sta : Deus v u lt d ilig i ab a lio sum m e l... Por otra parte es fácil comprender el sentido de lo primero- y se­ gundo en el decreto 1 divino : Se trata de una, expresión espacio-tem ­ poral, ya que nosotros nada podemos pensar sin encuadrarlo' en las categorías del tiempo y del espacio'; pero, sabemos que la prioridad en Dios y en su decreto sólo tiene sentido ontològico, causal. Es decir, que aquella, realidad que se dice primera tiene razón de causa, prin­ cipio, razón de ser con relación a los otros seres que se dicen pos­ teriores. Es el mismo sentido- que tiene la denominación de Dios como Primer Principio de todas las cosas. Sólo hay prioridad ontològica en la- -medida en que hay -causalidad ; y toda causalidad implica una prio­ ridad y principalidad ontològica: Q u ia p rim um ideo p r in c ip iu m et causa. Esta verdad nos -la indicaron con claridad algunos de los tex­ tos de Escoto ya citados: El hombre es el fin inmediato de la crea­ ción material; y Cristo es el fin inmediato del hombre. En este sen­ tido el hombre es primero que el mundo sensible y Cristo primero que el hombre en el decreto divino. (Ver antes pp. 251-255 y notas 38, 39). C a u sa lid a d u n iv e rs a l de C ris to . Por consiguiente la prioridad de Cristo en el decreto divino de Salvación, viene a significar, en sen­ tido' más real, su causalidad universal sobre todos los seres. Natural­ mente, se le atribuye a Cristo en cuanto* hombre, una causalidad me­ ramente secundaria, aunque real y efectiva : Dios, al crear el mundo sobrenatural y natural, se movía por amor al bien infinito de su pro­ pia esencia y por amor así mismo «vult diligi ab alio summe». Pero, luego, este O tro, Cristo, se constituye en causa final secundaria de todos- los -demás seres- que Dios decide crear en el orden sobrenatural y natural. Según un conocido axioma filosófico, «quia primum, ideo prin­ cipium». Es decir, un ser que se dice p r im e r o en el plano ontològico, equivale a designarle en ese mismo plano como principio y causa de los otros con relación a los cuales se dice primero. El axioma tiene

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