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A lejandro de villalmonte 2 4 5 bres. Pero Jesús aceptó la muerte de Cruz que le Infligieron los ju ­ días para expresar (y expresarnos) su caridad hacia el Padre y ha ­ cia los hombres. Cumpliendo con este acto la plenitud de la justicia respecto del Padre; cuya voluntad cumple en forma perfecta con la perfecta donación a los hombres 30. Así, pues, la Obra cumbre de Dios, no es tanto el haber «creado» esta obra grandiosa del Hombre Jesús que depende hipostáticamente del Verbo y está sustancialmente unido a El. Supuesto este hecho grandioso, lo más admirable del poder de Dios y de su amor es haber dotado a Jesús, Hombre-Dios, de la suprema caridad creada (y crea­ ble) para que en fuerza de esta caridad brote del corazón del Hombre- Dios el supremo acto de ca ridad , la suprema glorificación posible ad extra : Deus vult diligi ab alio summe ! La grandiosidad de la obra de Dios de que venimos hablando, el concepto g rand io so de Cristo 1 que domina la Cristologia escotista en su contenido formal y en su as­ pecto metodológico, hay que verlo convergiendo hacia la acción, ha ­ cia el acto de caridad supremo con que Cristo se entrega en la Cruz «ex amore intenso' Trinitatis et nostri». Creemos que bastarán las anteriores reflexiones para dejar bien asentado el punto de partida de la reflexión escotista sobre el M is te ­ rio de C ris to en el momento de su predestinación, en su realidad de «misterio escondido' dese los siglos en Dios». La reflexión teológica hay que empezarla desde la H is to ria de la Salvación, que es donde el Misterio de Cristo' adquiere la corporeidad y tangibilidad concreta que nosotros necesitamos para no divagar en nuestras reflexiones teológicas. Ahora bien, esta que, en nuestra terminología, llamaríamos inves­ tigación positiva, histórico-bíblica, habría que hacerla con la docu­ mentación, la forma crítica y la amplitud de un exégeta moderno y de un teólogo actual: Recorriendo los episodios más salientes de la Historia Sagrada y señalando en ellos la presencia más o menos in ­ tensa, pero siempre real, ininterrumpida, de Cristo. Y no ya como elemento adicional y secundario; sino sobre todo como el alma, la forma sustancial, la realidad radical que da razón de existir, sentido y finalidad última a cada uno de los demás hechos, realidades, he­ chos o gestas (y, en lenguaje actual «gestos») de Dios en la Historia 3 0 . « E x q u o d e n im a lite r p o tu is s e t h o m in e m r e d im i, e t t a m e n e x s u a lib e r a v o lu n t a t e s ic r e d e m it , m u it u m ei t e n e m u r ... I d e o a d a llic ie n d u m n o s a d a m o r e m s u u m , u t c r e d o , h o c p r a e c ip u e f e c i t e t q u ia v o lu it h o m in e m a m p liu s t e n e r i D e o ... Q u o d e r g o C h r is t u s v o lu it s ic p a t i p r o c e s s ìt e x a m o r e in t e n s o fin is e t n o s tr i, q u o d ile x it n o s p r o p t e r D e u m . Oxon. I l i , d . 2 , q . u n ic ., n r . 1 0-11.

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