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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 2 4 1 los siglos en Dios», según el pensamiento escotista, se hecha siempre ele menos un análisis positivo e histórico de los datos bíblicos, de la Historia de Salud para ver el puesto que en ella ocupa, Cristo: Sólo después de este análisis histórico' positivo sería razonable determinar el puesto' que le corresponde en los decretos eternos de Dios que disponen la concatenación de los hechos: que se desarrollan en nues tra Historia de Salud. La categoría que le corresponda a Cristo’ en los decretos divinos de elección y predestinación eterna es, de suyo, inaccesible para nosotros; a menos que tengamos indicios claros y datos concretos en la Historia de Salud! para asignarle esta o la otra categoría en los planes que operaban en la mente divina desde la eternidad. Partir, desde el primer momento, de la d e c is ión o d ecreto eterno: de elección y predestinadión, difícilmente podrá evitar la inculpación de apriorismo'. Antes de elevarnos a determinar el puesto de Cristo' en los decretos divinos, será preciso determinar el que tiene en la Historia de Salud; porque lo eterno no nos es accesible sii no esi mediante el conocimiento previo de lo temporal. En este problema, como en otros varios de la teología, convendrá distinguir el momento de adquisición de la ciencia y el estadio de exposición o- enseñanza de la m isma ; el orden óntico y metafisico del ser y el orden del conocer. Naturalmente, el puesto' que Cristo tenga en la Historia de Salud dependerá del que Dios le haya asig nado a su, Hijo en los planes de elección y predestinación eterna. Pero, para nuestro conocimiento', lo 1 primero es determinar el puesto que Jesús; ocupa en Historia de Salud tal como ésta se desarrolla en con tacto' con n ue s tro tiempo y n u e s tro espacio. Y precisamente aquí es donde una mirada superficial y apresurada sobre el pensamiento escotista, pudiera inducir a error. Porque al oír hablar a Escoto 1 de los; decretos divinos de predestinación y del puesto' que Cristo' ocupa en ellos, parece como- si el: doctor Sutil se hubiese olvidado, arbitra riamente, de la H is t o ria de Salud y de la consideración positiva y co n c re ta del problema. Dado que Cristo es el primer predestinado, la causa final de la predestinación de todo® los demás hombres y ángeles; entonces: ya no puede pensarse que Cristo haya, sido predestinado con ocasión del pecado, ni! que éste sea la razón de por qué Dios le trajo a la existencia sobrenatural y natural. Sin embargo, hay que decir que, bajo el aparente apriorismo de semejante exposición especulativa, en realidad es la H isto ria , de Salud la que está en la mente de Escoto, es el Cristo h is tó ric o , la realidad de Jesús de Nazaret, íntegro y perfecto: hombre de nuestra raza, la que está en el punto de partida de la reflexión escotista sobre la primacía de Cristo en los decretos divinos que disponen la a c tu a l Economía de Salvación. Ciertamente que Escoto' no nos ofrece una
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