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2 3 6 E L «M Y S T E R IU M C H R IS T I» DEL V A T IC A N O I I b) Para que cumpla esta suprema función de glorificador supremo de la Trinidad, Cristo' es dotado de la mayor perfección posible en una creatura: La suprema caridad y plenitud de gracia. De forma que no es. factible, dentro del poder ordenado de Dios, el crear otra creatura de mayor perfección sobrenatural que Cristo 20. Pero, observemos, una vez más, que el punto' de partida de Escoto no es una reflexión abstracta sobre los decretos divinos eternos. El tiene ante la vista el h e cho g ra nd io so de que Jesús de Nazaret, en su realidad histórica concreta; que en el plano sobrenatural y natural contiene la máxima perfección : Es la Obra Cumbre del poder de Dios. Sólo después de ver a Cristo en la plenitud real y existente de su per fección, sobreviene el problema de saber cuál es su puesto en los de cretos eternos de predestinación. En la exposición de su teoría, y si guiendo' su punto de partida, Escoto busca la explicación de este he cho que encuentra tan gigantesco en la Sda. Escritura, en la tradición y vida de la Iglesia. También es cierto que, Escoto, siguiendo' el pecu liar método deductivo de su época expone su teoría del primado' par tiendo desde arriba, desde los decretos divinos que ordenan el plan de salvación. Pero, noi hay en ello apriorismo, porque siempre sub- yace el p u n to de p a rtid a concreto e histórico; El he cho g ra nd io so de que éste Hombre, Jesús de Nazaret, es la Obra Cumbre de Dios. Podríamos preguntarnos cómo llegó Escoto a adquirir esta idea grandiosa de Cristo que le permite situarle adecuadamente el prime ro en los decretos divinos. Es un problema histórico! que no vamos a estudiar ex professo. Bastará decir que la verdad de esta idea gran diosa sobre Cristo sólo será aceptada cuando se la vea emerger con naturalmente de la circunstancia vital que la dio origen. Escoto tiene a la vista la figura de Cristo tal como ésta se hallaba de crecida en la vida cristiana comunitaria de la Iglesia de su, tiempo. La Cristologia escotista en general y este tema en particular, está encuadrada en las grandes corrientes de la Iglesia Occidental y en su forma peculiar de entender y vivir la realidad humana del Señor. Es bien conocida la piedad cristocéntrica que se vivía en la Iglesia a partir del siglo x n . Este cristocentrismo religioso se intensificó nota blemente con las vivencias sanfranciscanas sobre Cristo 21. Es aquí, en 2 0 . E s c o t o d e m u e s t r a , p r im e r a m e n t e , la p o s ib ilid a d d e q u e s e l e c o n c e d a a C r is t o l a s u m a g r a c ia c o n fe r ib le a p u r a c r e a tu r a , Oxon. d . 1 3 , q . 1 ; 1 4 , 4 4 7 a t4 4 8 s s . D e p o t e n c ia d iv in a « o r d in a r ia » n o e s p o s ib le c o n c e d e r a n a d i e u n a g r a c ia ig u a l a l a d e C r i s t o ; I b i d ., q . 4 ; 1 4 , 4 6 1 s s . D e hecho D io s c o n c e d ió a C r is t o l a s u m a g r a c ia y c a r i d a d ; ib id ., 14, 4 6 3 b s s . L a s m i s m a s c u e s t io n e s e n Rep. Par. I I I , d . 13, q. 1-3 ; 2 3 , 3 3 1 -3 4 2 . 2 1 . L a fu e r t e p r o p e n s ió n c r is t o c é n t r ic a d e la r e lig io s id a d d e s a n F r a n c is c o
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