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2 3 0 E L «M Y S T E R IU M C H R IS T I» DEL V A T IC A N O I I Escoto es sorprendente. Hasta el punto de que la doctrina paulina sobre el M y s te rium C h r is t i puede decirse que ha logrado su mejor am ­ pliación teológica en la doctrina escotísta sobre el primado y predes­ tinación absoluta de Cristo, en el punto concreto que vamos a es­ tudiar. Dejamos intacto el problema de la continuidad histórica y lite­ raria entre Pablo- y Escoto; y exponemos las ideas teológicas de éste, primero en su ambiente propio! y en su alcance m ás inmediato, para ver luego- las posibilidades que ellas ofrecen en orden a desarrollar teológicamente la doctrina de san Pablo. Nuestra tarea es delicada y expuesta a peligros desde un doble fren te : Peligro de forzar -los tex­ tos para acomodar y hacer coincidir «demasiado» a Escoto con san Pablo. Y , en segundo lugar, porque queremos no limitarnos- al pen­ samiento de Escoto en su nuda realidad histórica, sino exponerlo te­ niendo en cuenta el progreso a que ha estado sometido hasta nuestros días. 1. Cómo p re sen ta D un s E sco to e l p rob lem a . La fórmula M y s te rium C h r is t i, en su sentido histórico más inme­ diato, no estaba en la perspectiva teológica de Escoto. Sin embargo, su preocupación científico-teológica llegó a tocar idéntico problema porí otros caminos. Los textos escotistas que puedan ayudarnos a reflexionar sobre Cristo como «Misterio escondido- desde los siglos en Dios» se encuen­ tran en las- cuestiones que Escoto dedica al problema «U trum C h r is - tu s p ra ed e stin a tu s f u e r it esse F iliu s Del» n. El problema del M is t e rio de C ris to viene encuadrado por Escoto dentro del problema más- general de la predestinación. Se ha reali­ zado aquí una -legítima trasposición teológica del pensamiento más inmediato de Pablo. También éste se fija en el M is te rio de C ris to en cuanto éste es el contenido' de la amorosa decisión divina de salvar a todos los- hombres-. Sin embargo, es curioso observar en Escoto la ausencia de textos bíblicos para demostrar su pensamiento. Aduce únicamente el texto' de Rm. 1, 4, en que se habla de Cristo «predes­ tinado h ijo de Dios». Pero, coincide que precisamente este texto, en 1 1 . O x . I I I , d . 7 , q . 3 ; 14, 3 4 8 b -3 5 9 . R e p . P a r . I I I , d . 7 , q . 4 ; 2 3 , 3 0 1 -4 . P a r a e s t u d ia r e l p e n s a m ie n t o d e E s c o t o p u e d e n l e e r s e : H . M ontefortino , J. Duns Scoti Summa Theologica, p . I l l , q . 1 , a r t . 3 ; I b id . q . 2 4 . J . M. B issen , De praedestinatio- ne absoluta Christi secundum D. Scotum expositio doctrinalis, e n Antonianum 12 (1 9 3 7 ) 3 -3 6 . T a m b i é n lo s t r a b a jo s d e B onnefoy y K andler , c it . e n l a n o t a 3 .

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