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KARL IPSER tió al Julio César inglés en algo asi como una tragedia romana. Tam bién en la reelaboración de O telo tomó parte decisiva Schiller. El más joven de los Voss tradujo el drama al alemán bajo su dirección. En esa labor se suprimió o se hizo algo más tolerable el inaguantable campanilleo verbal del original, el discurso interminable, las alusio nes triviales, los chistes y escenas truculentas. Ham let y R e y Lear sufrieron una refundición similar, al ser eliminados los pasajes inve rosímiles y bárbaros. Rom eo y Julieta, con sus «travesuras malso nantes» —como por delicadeza las llamó Goethe—, fue también tras- formado en teatro aprovechable. Goethe, por su parte, no se limitó a llevar la dirección, sino que ensayó infatigablemente todas las esce nas con los actores, las interpretó él mismo en su presencia y trazó los decorados. De ese modo, con mano experta, inspiración poética y lenguaje creador, de piezas inglesas de género, compusieron Schlegel, Tieck y Goethe obras teatrales de gran mérito. Shakespeare se convirtió en un clásico de la escena alemana y por ese camino obtuvo renombre universal. También la música ha contribuido a la estima desorbitada de Sha kespeare como poeta. Junto al Sueño de una noche de verano de Mendelsohn y la obertura R e y Lear de H. Berlioz, han sido sobre todo las obras maestras de Verdi las que se han servido de fragmentos, temas y figuras del inglés. Si bien no debe considerarse su M acbeth como obra notable, con el Fa lsta ff consigue la figura cómica per fecta, que eleva a la categoría de monumental su única ópera có mica El Fa lsta ff de Verdi significa la plenitud en lo humano, no al canzada por el de Shakespeare. Mejor aún puede decirse eso de la obra de su vejez, el drama musical O te lo ; al que vaciló mucho si ti tularle Yago, ópera trágica, en que el arte musical y el genio de Verdi transmutan sucesos locales y personajes privativos de la historia in glesa —cargados de rudeza, ordinariez y barbarie—, en pulpa de lo humano universal. Otro factor esencial en la popularidad actual de Shakespeare ha sido el cine: Shakespeare se ha convertido —y no por casualidad— en una especie de guionista fecundo, proveedor de asuntos cinemato gráficos. Triunfo del celuloide sobre el teatro, del solaz sobre la poe sía. ¿No era acaso el escenario de Shakespeare —para el que escribía piezas en serie— un cine teatral del siglo xvi? Existen hasta la fecha unas 150 versiones directas y más de 71 adaptaciones libres de sus obras a la pantalla; en total han sido filmadas 239 veces. A lo que debe añadirse las innumerables películas con episodios o perso najes inspirados en él. Viene de perlas, para explotado en el cine, lo melodramático y truculento de muchas obras suyas; los sentimen ta-
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