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Í 58 SHAKESPEARE, POETA DEL «ESPLENDIDO AISLAMIENTO» provechable» 5. Un mundo, pues, vacio, de palabras; compuesto de torpes comparaciones, petulantemente escritas, sin preocuparse del sentido, la expresión y la forma. Si queremos mantenernos a la altura de Homero, Dante o Goethe... entonces no existe el poeta Shakespeare! T o l s t o i explicaba el prestigio y fama de Shakespeare como resul­ tado de una confabulación de los literatos alemanes, que habrían tra­ ducido, refundido y propagado como poemas de gran mérito unos dra­ mas burdos, elaborados a base de acciones inverosímiles o arbitrarias, mucha intriga y exageraciones de lenguaje. Y afirma que, a lo largo de toda su vida, el hábil autor inglés de piezas teatrales, le ha pro­ ducido «inaguantable tedio y antipatías y que cuantas veces ha vuelto sobre él —para no hacerle ninguna injusticia—, «el resultado ha sido idéntico: extrañeza, aversión, repugnancia» 6. No de otro modo opina Bernard Shaw: la fama universal de que goza Shakespeare es el fruto de un convenio literario; la veneración general hacia sus obras es pu­ ra convención, conformismo, «mentira pura», porque «nadie osa escu­ pirle a la cara su patraña». «Shakespeare escribió para el teatro, por­ que... en realidad no creía en nada ni nada comprendía». Al lado de Wieland, Schlegel y Tieck como refundidores y traduc­ tores, contribuyeron S chiller y G oethe de manera decisiva a la difu­ sión de Shakespeare. Durante sus veinticinco años de actuación como intendente, director general de teatro y dramaturgo jefe, con ayuda de Schlegel y Schiller, Goethe imprimió no solo un nuevo estilo al teatro, sino también a las representaciones de Shakespeare. Frente a Eckermann formulaba Goethe (22. 3. 1825) su propio módulo: «Una pieza teatral debe ser grande y fuerte, serena y graciosa, siempre sana y con cierto núcleo. Queda excluido de una vez para siempre todo lo morboso, lo débil, lacrimógeno y sentimental; así como todo lo terri­ ble y atroz y cuanto ofende las buenas costumbres. Yo hubiera temido herir los sentimientos de actores y público». Es muy verosímil que Goethe pensase al escribir estas lineas, en las obras de Shakespeare, que se ponían en escena en Weimar, bajo su dirección técnica y artística, desde 1791. Por eso, era inevitable la re­ fundición de las mismas, a fin de que mostraran aquella seriedad, grandeza de sentimientos y plenitud de contenido que, a juicio de Goethe, ha de exigirse a una obra teatral. En 1800 Goethe estrena M acbeth , según adaptación de Schiller. Esta versión se mantuvo eh los escenarios alemanes hasta muy avan­ zado el siglo x ix . El mismo ennoblecimiento y profundización convir­ 5. Cit. por Das Forum, Viena, abril 1964. 6 . Shakespeare und das Drama.

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