PS_NyG_1966v013n001p0113_0154

120 FEIJOO Y LA FILOSOFIA Quisiera estar, no sólo igualmente, pero aún más instruido que Ca- ristio en todas aquellas materias, para brillar más que él a los ojos de los concurrentes, y se duele interiormente de la ignorancia que padece en ellas. Aprecia en su mente las noticias que oye a Carisfcío; no sólo las aprecia, las envidia. ¿Pero lo dará a entender jamás? Eso no. Antes bien ostentará un tedioso desprecio de todas ellas, diciendo que no son otra cosa que sueños, o caprichos disparatados, con que los extranjeros quieren engaitar las gentes: que aun cuando hubiese al­ guna verdad, o utilidad en aquellas novedades, se debían repeler por sospechosas, siendo verosímil que, viniendo de países infestados de la herejía, y no muy seguros en la verdadera creencia, venga en la capa de la filosofía embozado algún veneno teológico. Y aquí entra lo de los aires in fectos del norte, escrito que ya se hizo vulgar en escritores pedantes» 7. Los nombres de Teopompo y Caristio tienen un sentido puramente simbólico en la parábola. No olvidamos que el cuadro no refleja la situación de una escolástica moderna, ágil, abierta, dispuesta a aso­ marse a todos los panoramas del pensamiento, sin complejos y sin ideas preconcebidas de que todo está conseguido por nuestra filosofía. Más bien la escolástica actual conserva un vivo sentido de la histori­ cidad del pensamiento. Y sabe que la verdad, como una luz y una aurora, se acrecienta y se hace más viva y vigorosa cada vez. c) Conciencia viva de misión histórica. Sobre la conciencia de Feijoo pesa la decadencia de la España de su tiempo. ¿Cómo se ha de conseguir el remedio? La decadencia es­ pañola está centrada en algo muy peculiar. Feijoo se orientará sobre todo a centrar el interés en llenar el vacío que se advierte en el queha­ cer nacional. Feijoo califica su actividad de «desmonte», necesario para el creci­ miento de las ciencias, sobre todo. «Ya he dicho, Excmo. Sr., que aún resta mucho terreno que des­ montar en España. Y añado ahora que tanto más conviene desmon­ tarlo, cuanto es cierto que este terreno es tan fértil de buenos inge­ nios, cuanto otro cualquiera del mundo. Esto se manifiesta en lo mu­ cho que han florecido, y florecen los españoles en aquellas facultades a que se han aplicado con algún ardor; quiero decir, la teología, la jurisprudencia y la metafísica ideal» 8. 7. Ib., t. 2. Carta 16, p. 256. Edic. cit. 8 . Ib. Carta 23, pp. 330-31.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz