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JESUS ALVAREZ ARROYO 1 1 7 con el problema de armonizar la escolástica con la física moderna; mas no es una tarea que aparezca en él con caracteres angustiosos. Feijoo, como los hombres de su tiempo, no perdía la calma por esta falta de armonía. ¿Por qué era preciso un sistema que englobara todos los conocimientos? ¿Por qué no dar más importancia a la filosofía ex­ perimental? La otra filosofía, la filosofía sistemática, que se esfuerza en dilucidar los secretos de la naturaleza, fracasa; fracasa, porque es sistemática, ya sea cartesiana, gassendiana o escolástica. Digo esto, para entender exactamente este rasgo del hombre del siglo x v iii , y para comprender en su sentido el esfuerzo de Feijoo por unir filosofía escolástica y nueva física. El P. Risco ve en esto uno de los motivos del eclecticismo escolástico de Feijoo. Tal vez situado Fei­ joo en la perspectiva de su siglo, cobra este esfuerzo una claridad máxima, haciendo que el esfuerzo, o mejor, la doble atención a lo físico y experimental, junto con lo sistemático y metafísico, sea otra nota más que ligue a Feijoo con su ambiente europeo 4. Otra de las notas que se advierten en el siglo x v iii , y que vamos a examinar en vistas a situar bien el escenario histórico de nuestro benedictino, es lo que Ortega ha llamado: el ser una época del por fin. «El enciclopedista creía poseer el saber. En la evolución de toda cultura se pasa siempre por una época que podemos llamar la época del «por fin». Los hombres de esa fecha creen que han encontrado por fin lo que la humanidad venía, desde milenios, buscando, sin ha­ berlo hallado hasta entonces. Es el pleroma, es la plenitud de los tiem­ pos. Los enciclopedistas estaban convencidos de que eran ellos los hombres con mejor suerte de la historia universal, porque a ellos ha­ bía sido reservado obtener por fin lo que centenares de generaciones habían anhelado vanamente: la sabiduría. Ellos la poseían. Nótese lo que esto significa. No creían meramente hallarse en buen camino, a lo largo del cual, con esfuerzos cuidadosos y continuos, se podría ir averiguando, poco a poco, lo que las «cosas» son. No: creían que por lo menos en principio, lo sabían ya, que poseían la sagesse embote­ llada. De aquí que el auténtico enciclopedista fuese poco investi­ gador» 5. Confesamos que este rasgo propio de los enciclopedistas y de los representantes más genuinos del siglo x v iii , no lo podemos encontrar en Feijoo. Por las circunstancias especiales en que desarrolla Feijoo su actividad tiene que ver la nueva ciencia como una adquisición, co­ 4. R isco, V., El Padre Maestro Fray Benito Jerónimo Feijoo Montenegro. En Historia General de las Literaturas Hispánicas, t. 4, I parte. Barcelona 1956, pp. 223. 5. Ortega y Gasset, J„ Obras Completas, t. 6, pp. 361 ss.

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