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JESUS ALVAREZ ARROYO 151 después de su muerte se publicaba el Plan General de Estudios, dirigido a la Universidad de Salamanca por el Real y Suprem o Con se­ jo de Castilla (Salamanca, 1772). En él al hacer un recuento de los diferentes autores que se han de estudiar, cita en física a Musschen- broeck, y habla de un curso especial, siguiendo las recomendaciones de Feijoo. Expresamente se hace referencia a su autoridad, para dar razón de este curso especial. La Universidad de Santiago también contaba por estas fechas de 1772 con una cátedra de física moderna, en que se explicaban los sistemas de los filósofos modernos 86. IV. CONCLUSION Después del largo recorrido que hemos hecho; después de haber tratado tan de cerca la personalidad de Feijoo, podremos ya respon­ der a unas preguntas que desde el primer momento han estado a flor de labios. a) ¿ F eijoo , filó so fo ? Creo que hemos de puntualizar que nada sucede con que Feijoo n o sea filósofo. Quiero decir que la grandeza de Feijoo no está preci­ samente en haber sido filósofo o no. Su grandeza tiene un carácter de globalidad, que seguramente no va a permitir el enjuiciar a Feijoo desde pocos puntos de vista. Una personalidad presenta una riqueza infinita en sus múltiples manifestaciones, y así el querer encasillar a una figura histórica en una determinada categoría, como se deja cla­ sificar una planta en el nomenclátor de Linneo, es una vana ilusión. Con Ortega y Gasset vemos que los hombres del x vm que a sí mis­ mos se daban el nombre de filósofos, tenían muy poco de tales. Esto proviene de la actitud misma que ellos adoptaron en sus empresas. O mejor, en lo que constituyó su principal y primaria tarea. Lo que define a un filósofo es la actitud especulativa: el indagar la verdad por si misma, por su propia contemplación. El filósofo de suyo no puede centrar su principal objetivo en adoctrinar al pueblo, en ilustrarlo, como quisieron estos sabios del siglo de las luces. De ahí la justa ob­ servación de Ortega que hacia resaltar que los enciclopedistas, en cuanto lo han sido, en tanto están alejados de la auténtica filosofía 87. 86 . Sobre la situación de la Universidad en España. Cfr. S a r r a i l h , J., L’Espagne eclairée. Paris 1954, pp. 88 y ss. 87. C fr. O r t e g a y G a s s e t , J., Obras Completas, t. 6 , pp. 362.

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