PS_NyG_1966v013n001p0113_0154

140 FEXJOO Y LA FILOSOFIA deja de dar alguna como que es muy buena, y a los discípulos y a los lectores, se la propone como solidísima» 5S. En la investigación de la naturaleza no le pasa inadvertida al sa­ bio benedictino la honda crisis que sufre el pensamiento de su siglo, en lo tocante a los sistemas: «He visto en varios escritos de filósofos extranjeros... que el desen­ gaño de sistemas ya, de poco tiempo a esa parte, hizo asiento en algu­ nos espíritus de los más reflexivos de otras naciones. Y la lástima es que haya sido de poco tiempo a esta parte. Cuanto puede alcanzar nuestra vida intelectual, mirando hacia atrás por la sucesiva serie de los siglos, aunque pase más allá de Aristóteles y Platón, hasta Demó- crito... y Pitágoras, nada ve, o casi nada, sino el encaprichamiento de los sistemas. Todos estos siglos se perdieron para la filosofía, y to­ da la ocupación de los filósofos que florecieron en ellos, se puede decir que fue una mera ociosidad, pues no hicieron otra cosa que tomar sueños por realidades... ¡Oh, qué gazofilacio tan opulento de física hubieran dejado a la posteridad, en vez de los inútiles harapos que hemos heredado de ellos!» 59. En la filosofía hubo un extravio lamentable. Pero no sólo ocurrió esto en los filósofos griegos; cosa parecida aconteció a los modernos. Los modernos quisieron desvelar las causas de la naturaleza y para eso se lanzan por el anchuroso mar «en corto vaso», con una audacia reprensible. Claro que «los antiguos se estuvieron siempre ancora­ dos en la orilla», sin dar un paso hacia las causas de los fenómenos de la naturaleza. Podemos decir que los antiguos no tuvieron una ciencia física, digna de tal nombre, porque «la física de Aristóteles en rigor es pura metafísica, que no contiene más que razones comunes, o ideas abstractas, verificables en cualquier sistema particularizado» 60. Y es que en este orden, es donde se plantea la lucha entre los sis­ temas antiguos, en especial el aristotélico, y la ciencia experimental moderna. Habría que decir que la ciencia moderna no puede morder de ningún modo a la filosofía escolástica y aristotélica, sencillamente, porque se mueven en distinto plano. Lo malo está en que los escolás­ ticos crean que pueden presentar batalla a esta baja altura, cuando se han perdido en los espacios abstractos... Que no hay con tacto entre la filosofía escolástica y la ciencia experimental moderna, se ve bien claro si advertimos que con una visión de la naturaleza tal como nos la dan las ciencias experimentales, todo puede seguir lo mismo en la escolástica. 58. Ib. Disc. 3, pp. 61-62. 59. Cartas Eruditas, t. 2. Carta 23, pp. 317-318. 60. C fr. Teatro Crítico, t. 3. Disc. 3, p. 53.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz